lunes, 24 de noviembre de 2014

CARMEN, ARCHIDUQUESA DE LA DECENCIA


CARMEN, ARCHIDUQUESA DE LA DECENCIA

Imagino que ya lo sabrán, pero María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, cinco veces duquesa, dieciocho veces marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa, catorce veces Grande de España, conocida entre el vulgo como la Duquesa de Alba, falleció en Sevilla el 20 de noviembre de 2014. A sus incontables títulos nobiliarios cabría agregar el de condestablesa de la Sencillez y archiduquesa de la Paciencia. Sus incondicionales agregarían otros tantos y sus detractores también.

La proverbial generosidad de Cayetana no era leyenda, doy fe. Me la encontré una vez siendo un zagal en la calle Dueñas, un día de mayo caluroso, Sevilla infectada de turistas, la chavalería en las calles porteando cruces de mayo, limosneando a los guiris. Nuestra comitiva llevaba insignias, armaos y hasta tambores hechos con bombos de detergente Colón. La duquesa nos largó un billete de 500 pesetas del año 71, nuevecito, como quien da un pictolín. Siempre recordaré aquel billete con su Jacinto Verdaguer muy serio, barretina y lazo al cuello, mirando circunspecto la España del franquismo.

Hubiera sigo grande aunque hubiera nacido plebeya. Tengo amigos grandes y generosos cuyo único patrimonio es la fuerza de sus brazos y conozco a gente cuyo único título es universitario y mira al mundo por encima de la nariz. Qué ridículo harían si siquiera fueran hidalgos. Pero la duquesa era distinta a esa casta de “grandes” de sangre celestona, bendecida por coronas, democracias fariseas y purpurados hipócritas, que en ferias y procesiones luce su pequeñez de rizos engominados y pulseritas rojigualdas. Cayetana era generosa porque quería y libre y rebelde porque podía. El pueblo la admiraba, pero su casta, que concibe la grandeza como una dádiva y no como un don, la envidiaba.

Y la grandeza la da Dios, no los reyes. Carmen, la anciana desahuciada de Vallecas, también es Grande de España, archiduquesa de la Decencia, por eso el pueblo estuvo con ella el día que fueron a quitarle su casa. Avaló a su hijo con lo único que tenía y perdió. España está en manos de buitres, usureros y gánsteres y ocurren canalladas a diario sin que la casta política, sin alma ni nobleza, haga algo por impedirlo. Cayetana: doce palacios, catorce castillos, cientos de casas, incalculable patrimonio… Ya se guardarán los buitres de sobrevolar sus heredades; Carmen: una humilde vivienda ganada con el sudor de su frente y el dolor de sus días… Les faltó tiempo para carroñear.

El día que Carmen muera lo hará en una casa prestada y no en un palacio. Su funeral carecerá de cetros, mitras, alamares y humo en los altares, también de paparazzis, locas de verano, obispos y politicastros, pero lo hará como archiduquesa de la Decencia, Grande de España. A la plebeyez española nunca le faltarán grandes, a la nobleza sí, y en Cayetana ha perdido a la única que de verdad lo era, al blasón que ocultaba todas sus mediocridades.