viernes, 4 de noviembre de 2016

ARTE POR VIDA


    ARTE POR VIDA
    Hoy damos comienzo a nuestra II Exposición de Arte Benéfica contra el Cáncer de manualidades. La inauguración es a las 19:30h en el ayuntamiento d...e Fernán - Núñez y que estará hasta el dia 13 de Noviembre.
    Os esperamos a todos alli.
    Vamos a darle difusión y que llegue a todos. Gracias

    CAMISETA FIRMADA POR LOS ARTISTAS DEL BARCO OCHENTERO 2016
    Resultado de imagen de BARCO OCHENTERO 2016

La Fuente del Duque de Fernán Núñez (La Fuente de los Patos)

El Patrimonio Histórico de Fernán Núñez

Muy pocos fernannuñenses conocen hoy día a esta fuente por esta denominación. Parece que su historia ha estado siempre basada en el reaprovechamiento de otros restos. Actualmente no tiene un nombre concreto, por eso he decido coger su denominación oficial desde el año de su inauguración en 1928 y el que creo, es el nombre más popular en nuestros días.


Nuestros vecinos la conocen como Fuente de los Patos por instalarse en torno a ella un estanque en fechas más recientes, o por la Fuente Chiquita, la Fuente de la Concha o Fuente del Cañito del Molino. La fuente llevaba asociada la construcción de unos nuevos lavaderos que usarían sus aguas sobrantes.

Fue construída en 1927, siendo alcalde de la villa Alvaro Cecilia Moreno, según consta en el libro de Actas del Pleno del Ilustrísimo Ayuntamiento de Fernán Núñez. Un año antes se solicitó la condonación de la renta de diez pesetas y cesión de terrenos, a favor de este municipio, para construir un paseo en la Alameda de las Fuentes, justo debajo del llano donde se encontraban las fuentes. No era la primera vez que se solicitaba dicha donación, y fue rechazaba nuevamente.

Manuel Falcó d'Adda. III Duque de Fernán Núñez
Previamente en mayo de dicho año, el duque consorte de Fernán Núñez, Manuel Facó d'Adda, hizo cesión gratuita del agua necesaria para la construcción de una nueva fuente, en el llamado Cañito del Molinillo.

En Fernán Núñez se le da tradicionalmente el nombre de cañito a los manantiales que afloraban tanto en la zona del Llano de las Fuentes y la contigua la Gavia del Higueral (hoy cuesta y jardines del Encinar) como a los situados en la zona de La Juncada. La coletilla de El Molinillo viene dada porque el agua de dicho cañito era usado para mover la piedra de un pequeño molino harinero situado a excasos metros abajo popularmente conocido como Molinillo de Antonio Molina hoy desaparecido. A su vez, antes o después, se usaba para alimentar los caños de unos lavaderos conocidos como el Pilón del Molinillo.

El duque dejó las siguientes condiciones en su contrato de cesión:
1ª. Por cuenta del Ayuntamiento se establecerá una nueva fuente pública, en la gavia del Higueral, frente al "Cañito del Molino"
2ª. El agua de la citada fuente será exclusivamente para consumo de las personas, quedando terminantemente prohibido servirse de ella para otros usos.
3ª. Como quiera que el establecimiento de la citada fuente puede perjudicar la gavia del Higueral, por el continuo uso que del terreno se haga en las inmediaciones de la mencionada fuente, el ayuntamiento construirá a su costa, a mabos lados de la misma, la obra de fábrica que se juzgue necesaria para la defensa de la citada gavia.
4ª. Al construir la fuente se procurará que al agua sobrante de la misma vierta donde lo hace actualmente, o sea en el pilón del molino harinero situado al otro lado del camino. 
5ª. Toda reparación que en cualquier época haya que ejecutar, para la buena conservación de la obra que ahora se haga para instalar la fuente, será de cuenta del Ayuntamiento.
6ª. Si por cualquier causa disminuyese el caudal de agua que ahora se cede para la nueva fuente, S.E. (Su Excelencia, el Duque) no sería responsable de los perjuicios que ello ocasionara al vecindario, no pudiendo el Ayuntamiento destinar el sobrante de agua de las fuentes, sin perjuicio de S.E., a otros usos que aquéllos a que la Casa Ducal los destina en la actualidad.

Las anteriores condiciones se harán constar en la escritura que en su día se extienda, relativa a las diversas  concesiones que en beneficio del pueblo tiene hecha S.E., sin perjuiciode que al ser ahora aprobados por el Ayuntamiento, se entregue al representante de S.E. copia literal del acta en la que se relaciona con este asunto.
 
Las condiciones dejan demostrado que este caño, antes de su uso para la fuente servía para alimentar el caudal del citado pilón del molinillo.

Inauguración de la fuente en 1927

El once de junio de 1927, el alcalde Cecilia Moreno dio cuenta de que las obras acordadas para construcción de lavaderos públicos y Fuente del Cañito del Molino habían dado comienzo, llevase el nombre de Duque de Fernán Núñez. A mediados de agosto de este año se encontraba ya esta fuente terminada y, para su inaguración, se acordó invitar a las autoridades superiores de la provincia, a las cuales se obsequiaría con una comida, a cuyo acto podrían concurrir libremente todos los ciudadanos que adquiriesen tarjeta para el mismo, al precio de cinco pesetas. Para dicha fiesta fueron también invitados los miembros del Ayuntamiento, fuerzas vivas de la villa, presidentes de las sociedades recreativas y de las Uniones Gremail y Patriótica. Se nombró un guarda interino para las fuentes y lavaderos públicos recién construídos. Nombramiento que cayó en la persona de Diego Jaraba Miranda con un sueldo diario de dos pesetas.

Fuente Chiquita durante la feria. Fotografía de Salvador López Cañero
Fuente Chiquita. Fotografía de Andrés Raya Saro. Mayo de 1969
La desaparición de las pilas modificó el uso del agua sobrante. En torno a 1974 se creó un bello jardín en torno a la fuente y el agua ahora se usaba para alimentar un estanque. La fuente también fue cambiando su aspecto: Inicialmente tenía una pared decorada con azulejos de la que salían dos caños que vertían agua a un pilón en forma de concha que según un artículo de la Revista de Feria de 1992: ... según testigos de la época estuvo situado antes de su actual ubicación en la Plaza de Armas..., en la esquina de la casa que se compró y se anexó al actual ayuntamiento y que está frente a la escalera de la Capilla de Santa Escolástica. Encima de los azulejos la fuente tenía un frontón circular donde estaba colocado una lápida que decía: Fuente del Duque de Fernán Núñez, 1927. 

Pilón en forma de concha o venera
Con el paso de los años desapareció la pared posterior y se construyó un pedestal de piedra donde se colocó la imagen de Santa Marina de Aguas Santas, hecha por Juan Polo Velasco y que inicialmente estuvo colocada en la Avda. Juan Carlos I, junto al Instituto Francisco de los Ríos.

Ubicación original de Santa Marina

Estaba situada en una hornacina con un arco. Con el tiempo el arco se perdió y solo se conserva hoy el pedestal con la estatua de Santa Marina que ha sufrido bastantes actos vandálicos. A los pies de Santa Marina sigue estando la concha que recoge el agua de los caños y rodeando toda la fuente el estanque de los patos. Con la construcción en 1990 del Parque del Llano de las Fuentes se construyó un mirador aprovechando el gran desnivel entre la fuente y las calles colindantes desde donde hay una bella vista del parque y del conjunto del palacio ducal y sus jardines. La parte inferior del mirador se usa como piqueras para palomas y para los patos.


Estanque antes de la construcción del Parque Llano de las Fuentes
La Fuente de los Patos. Junio de 2013

Estatua de Santa Marina, patrona de Fernán Núñez. Juan Polo.


 · Información editada procedente de:
 
- Callejero de la villa de Fernán Núñez : nomenclátor de las vías urbanas con sus antecedentes históricos. Francisco Crespín Cuesta ; edición, estudio introductorio, fotografías y notas de José Naranjo Ramírez. 2007.

-· Revista de Feria de 1992. Las Fuentes. Páginas 75-80.

Exposición “Juan Polo. Esculturas” (4 al 24 de noviembre de 2016) EN ECIJA


    Exposición “Juan Polo. Esculturas” (4 al 24 de noviembre de 2016)
    El viernes 4 de noviembre a las 20:00 h. se inaugura en la sala de exposiciones temporales del... Museo la exposición “Juan Polo. Esculturas”, que estará abierta hasta el jueves 24 de noviembre.
    Último discípulo vivo de Mariano Benlliure, Juan Polo Velasco (Fernán Núñez, 1923) vuelve a nuestra sala de exposiciones con una selecta muestra de esculturas en bronce -más dos en terracota-, entre las que predomina el tema taurino (toros, picadores, garrochistas), verdadera especialidad del artista. El escultor es integrante de la escuela del “nuevo clasicismo”, con la que, a partir de Benlliure, enlaza a través de genios como Victorio Macho o Mateo Inurria. Es miembro de las Reales Academias de Bellas Artes de Córdoba y Sevilla, y ha recibido en su longeva trayectoria innumerables galardones, entre los que cabe destacar el Premio nacional de escultura Jacinto Higueras.
    Una exposición imprescindible que disfrutarán los amantes de la escultura y del arte en general.

Cuatro triunfitos están en números rojos


Los productores de Operación Triunfo han contado en alguna ocasión que los jóvenes que pasaron por el programa, sobretodo la primera edición, habían hecho mucho dinero. Muchos de los músicos contaron que aunque esta afirmación era cierta, también aclararon que no amasaron una fortuna de forma inmediata, sino que el éxito económico les fue llegando de forma gradual. Aunque según cuenta Lecturas, hay algunos triunfitos que no han disfrutado de tanto éxito a su salida del programa.
Javián solo recibe ingresos de las heladerías que regenta, y reconoció que pasó por los realities Supervivientes y GH, el reencuentro para conseguir dinero. Vero también pasó por Supervivientes para conseguir dinero, ya que después de su paso por OT1 no tuvo mucho éxito económico. Juan Camus también pasó por algún reality, aunque no quiso reconocer que lo hiciera por problemas económicos. Y Àlex Casademunt hizo mucho dinero con sus actuaciones después del programa, hay rumores de que actualmente el cantante está pasando por problemas económicos y que vive de alquiler compartiendo casa con la exnovia de Kiko Rivera.

Un dentista fuerza a su paciente a hacer sexo oral mientras estaba sedada

Ha sido condenado por abuso sexual

Bilal Ahmed, de 43 años, es un dentista de Maryland, Estados Unidos y padre de 6 hijos que ha sido condenado por abuso sexual. Una mujer visitó su clínica tras romperse una muela y, tras el primer vistazo, Bilal decidió extraerlo. El dentista usó óxido nitroso para sedarla y tenía una auxiliar para ayudarle.

Poco después, su compañera abandonó la sala y dejó solos a dentista y paciente. Más tarde, la paciente despertó y se encontró con el pene de Bilal en la boca, la estaba forzando a hacer sexo oral. La paciente se recuperó y fue directamente a poner la denuncia. Días después, 21 personas más se unieron a la demanda.

ANGELOS

Resultado de imagen de el olimpo batalla con los gigantes
Todavía hoy, cincuenta años después, me pregunto por qué Rafael Vila necesitaba un ayudante cuando él solo podía llenar de ángeles las iglesias y capillas de todo el país: ángeles de la guarda, ángeles de Yavhé, querubines, arcángeles, serafines… las tropas íntegras del Ejército celestial. También ángeles comunes, gente corriente que llamaba su atención: clientes, vecinos, parientes, amigos que perpetuaba en los numerosos frescos por encargo que pintó a lo largo de su vida, disfrazados de ángeles o demonios, según su juicio. Su arte era inagotable, incomprensible, ajeno a todos los criterios que regían nuestras vidas de posgue­rra.
Tratar hoy día de abarcar y analizar el conjunto de su obra, es imposible. Muchas capillas de entonces, mayormente de colegios, se han trans­formado en otros espacios: teatros, aulas, salones de actos, patios de recreo… Muchos de sus frescos se han perdido para siempre sin que nadie les diera significación alguna. Eran recientes, provincianos, casi anónimos, carentes de valor para unas generaciones arrastradas por la modernidad. He estudiado su obra durante años, he hablado con personas que lo estimaron, familiares y amigos que lo olvidaron, tomado miles de notas y realizado muchos viajes, y he concluido al fin que Rafael Vila, el pintor de ángeles, era algo más que un genio. Ciertamente no necesitaba ayudantes. Quizás buscaba solo un testigo de lo que él sabía que iba a ocurrir, alguien que testimoniara ante el mundo la grandeza de lo inefable, la sencillez inverosímil de los milagros.
Rafael Vila Campoamor llegó al pueblo cuando yo era un niño, poco después de las hambrunas, con una maleta llena de pinceles y una chispa en los ojos semejante a una luz en el fondo de un lago celeste. Yo apenas sabía leer, pero aún recuerdo el letrero de su maleta, recostada en el zócalo de azulejos del colegio, junto al banco de madera donde se sentó con su ayudante: “Rafael Vila Campoa­mor, pintor de frescos”. Me miró de arriba abajo y me sonrió, y ya no volví a verlo hasta un mes después, subido en el andamio, pintando ángeles en el techo de la capilla, suspendido en el vacío, como un querubín sin alas. Su ayudante, tam­bién en el andamio, perfilaba los dibujos. Por las tardes, como la capilla estaba abierta, la gente acudía a ver las pinturas y se maravillaba de que un hombre tan bajito estuviera dotado de esa habilidad, como si la estatura del artista fuera directamente proporcional a la grandeza de su obra. “Hay que ver” susurraban, “qué misterio, qué misterio…”. Y efectiva­mente, Rafael Vila era un misterio. Al caer la noche paseaba por el pueblo hablando con los vecinos, preguntando intimidades, esculcando en la vida de los muertos, explicando en las tabernas la técnica de pintar ángeles. Y era capaz de beber todo el vino que le echaran en el vaso.
Mi padre regentaba entonces una taberna en el centro del pueblo y yo escuchaba atentamente sus historias, pues Rafael Vila conocía al dedillo la vida privada y pública de todos los ángeles del mundo, y las contaba como quien cuenta la vida de un amigo íntimo, con indiscreto secretismo. Me cautivaba en particular la historia del Ángel de Yavhé, que mi padre le hacía repetir a menudo, un ángel que solo hacía cosas buenas y que un día, de buenas a primeras, castigó a Israel con la peste por culpa de David, empeñado en censar a todo el pueblo. Mi padre no entendía, ni yo tampoco, la gravedad de aquel pecado del censo, y un día se lo preguntó al cura, cliente de confianza, que no pudo justificar el acto pero confirmó su veracidad. Desde entonces mi padre y yo creímos a pies juntillas los cuen­tos de ángeles de Rafael Vila Campoamor, quien pintó en la capilla del colegio al ángel de Yavhé pasando la mano por la cabeza de otro ángel que era mi padre, con una túnica azul y unas alas como de murciélago, igual que los ángeles del Tríptico Portinari, de Van der Goes. Mi padre con la cabeza gacha, sus arrugas en la frente y su piel rosada de borrachín pueblerino. Un retrato, casi una caricatura, que ahora contemplo con la impotencia de conocer su destino.
Era una costumbre, una especie de rito o recurso artístico de Rafael Vila: en todos sus frescos representaba los rostros de gente cercana. En la capi­lla, sobre el altar, está dibujado el cura párroco, con unas alas platea­das, detrás de mi padre, y ambos componen un conjunto de figuras que representa la revelación del nacimiento de Juan Bautista a su padre Zacarías, en medio del olivar que en aquel tiempo crecía tras la tapia del colegio, con los carrizos del arroyo y los estorninos moteando el horizonte. También está el director del colegio, sin gafas, rodeado de queru­bines, y entre esos querubines estoy yo con una especie de breviario en una mano y una pluma en la otra, como dejando testimonio escrito de la anunciación.
En los frescos de la capilla, numerosísimos, hay otros muchos pasajes donde aparecen ángeles de rostros muy humanos. Son seguramente vecinos que no recuerdo. Representan escenas variadas, ajenas a los pasajes bíblicos conocidos, y deben guardar alguna relación con el destino de este pueblo o de su protagonistas, pero desconozco las claves, el capricho de Rafael Vila Campoamor, las palabras que oyó en su día, lo que leyó en los ojos de aquellos ángeles cotidianos, mortales, que hoy revisten sus frescos de un realismo sobrecogedor. La capilla del colegio fue la última que Rafael Vila pintó en su vida. Es la más rica de todas las conocidas, y precisamente por eso puede entrañar revelaciones significativas, enigmas inexplicables de su propia vida, tal vez la clave de su misteriosa desaparición, pues él mismo aparece dibujado entre las nubes, en el mejor autorretrato suyo que he visto.
Yo era un niño cuando se originó en el pueblo aquel revuelo, seis o siete años tan solo, de forma que no recuerdo los sucesos de los días previos a la desaparición de Rafael Vila, ni sus últimos dibujos, que sospecho son la clave para adivinar su paradero. Su ayudante, que murió en Barce­lona recientemente, sostuvo su primera versión de los hechos hasta el último día de su vida, es decir, que Rafael Vila nunca llegó al suelo al caer del andamio, que primero sintió un grito, lo vio precipi­tarse al vacío y un segundo después lo vio escapar volando por los ventanales de la capilla, hacia el sur, sin despedirse ni volver el rostro. Así de contundente. Esa misma exposición la mantuvo en el colegio, ante el pueblo, en el cuartel de la Guardia Civil, frente a su propia familia y en el hospital donde estuvo recluido cinco años, esperando que los médicos de nervios volvieran a confiar en su estado mental, y así consta en los documentos de la Guardia Civil y en los expedientes médicos del sanatorio.
Nadie creyó jamás la histo­ria descabellada de aquel hombre sencillo, salvo yo. Todo el mundo imaginó lo más fácil, que Rafael Vila Campoamor decidió un día romper bruscamente con el pasado, quizás por miedo a su familia, al entorno social o a los criterios morales de una época demasiado severa con las debilidades del amor, y se admitió desde el primer momento la hipótesis de una fuga con una mujer desconocida a la que achacaron una desaparición, casi un secuestro, que nunca fue. Sin embargo, como sugiere el informe de la Guardia Civil, es anormal que la fuga se produjera antes de cobrar un trabajo que prácticamente había concluido. Pudo esperar un día más y escapar con dinero sufi­ciente para vivir meses en cualquier lugar.
Hasta yo mismo, con el tiempo, llegué a creer en la fuga de Rafael Vila, y a punto estuve de olvidarlo para siempre, arrastrado por las premuras de la realidad y los mandatos de la propia vida, y en la adolescencia, Campoamor, el pintor de ángeles, me pareció una sombra de la memoria, una simple fantasía de la niñez, un espejismo famélico de mis quimeras infantiles. Un niño puede ver lo inexistente, creer hechos ilusorios, imaginar el mun­do a su antojo. Eso pensé en mi juventud, lejos del pueblo, cuando el frío de la ciudad se cernía sobre mi presente congelando los recuerdos.
Y pasaron años antes de volver a pensar en serio en Rafael Vila Campoamor. Volví a hacerlo poco después de mi matri­monio. De viaje por los pueblos perdidos de España, entré en una capilla pequeña, sin mérito alguno, y en los frescos de la pared me reconocí en un querubín vestido de blanco que anotaba algo en un libro. A su lado, un serafín purificaba los labios del Profeta con un carbón encendido. Tenía seis alas, como todos los serafines, pero su rostro era el de Rafael Vila Campoamor, bastante más joven que cuando lo vi por primera vez, treinta años atrás, en el patio del colegio. Hice muchas preguntas y efectivamente los frescos fueron obra de Campoamor, un lustro antes de mi nacimien­to.
Resultado de imagen de asmodeoDesde aquel día investigué su vida con delirio. Razonablemente acomodado, gasté fortunas recorriendo el país. Localicé a sus hijos, a su mujer, a sus hermanas, a su ayudante, a varios parientes, a amigos de la infancia, a vecinos que lo trataron y a clientes a quie­nes pintó capillas y restauró iglesias. Logré hacerme con fotografías, artículos de prensa, cartas personales, bocetos de sus frescos e incluso con su maleta de trabajo, que dormía olvidada en casa de su nieta, como el cofre de un fantasma atormentado, como el recuerdo de alguien impronunciable, maldito, que un día mortificó sin razón a sus seres queridos. En el interior, nada significativo; en el exterior, la misma leyenda que llamó mi atención cuando era un niño. Durante un año estudié la información recopilada y volví a recorrer España tras la estela de Rafael Vila, como un astrólogo tras un cometa, anotando los lugares de paso, las consecuencias de sus huellas, las posibles interpretaciones de sus frescos en relación con el entorno donde los pintó. Me hospedaba en los pueblos, preguntaba a la gente, fotografiaba el pasado, escuchaba crónicas y luego las analizaba junto a las pinturas, intentando relacionarlas con la historia del lugar o con el destino de la gente que rodeó a Campoa­mor.
Eso hice durante una década, y desentrañé misterios que pon­drían la carne de gallina y darían para escribir un libro, e incluso, estoy convencido, para descifrar, si su obra permaneciera intacta, el futuro inmediato del mundo. En uno de los pueblos visitados, por ejemplo, aparecía pintado en un fresco el demonio Azazel, en medio de un erial semejante al desierto, bajo un sol sanguinoso que achicharraba los olivos, todo en un entorno abstruso, como en algu­nas pinturas de El Bosco. El diablo Azazel, barbipungente, ojizaino, cabizmordido, como abrasado por la culpa, aparecía vestido de negro, con un descortezador en la mano y rodeado de inocentes muertos, un diablo asombrosamente real que resultó ser Sebastián Martínez Avilés, vecino del lugar, quien descortezaba alcornoques para hacer tapones de corcho y quince años después asesinó a tres niñas con sus útiles de trabajo. Hallé fotografías del criminal en las hemerotecas de la ciudad y es idéntico al del fresco de Rafael Vila Campoamor, con quien discutió acaloradamente en una taberna, dicen los testigos, por causas que nadie recuerda. El pintor de ángeles se había anticipado quince años a los hechos.
Estoy seguro de que esa capilla oculta más profecías escondidas, pues es casi una iglesia y los frescos se multipli­can en techos y paredes. Las tres jerarquías de ángeles, cada una con sus tres coros, están presentes allí: serafines, querubines, tronos, dominaciones, potestades, virtudes, principados, arcángeles y ángeles, se mueven libremente en escenas chocantes parecidas a pasajes bíblicos que no resistirían un serio estudio teológico porque guardan en realidad muy poca relación con las escrituras.
En el norte hallé otra capilla pintada por Rafael Vila Campoa­mor, también muy rica, pero en un deplorable estado de conservación tras el abandono del colegio por los salesianos, a quienes se debe el encargo de los frescos. En ella aparece pintada la única hija de Rafael Vila, en la misma posición y con idéntica ropa que la Inmaculada de Zurbarán, como si fuera efectivamente la Virgen, y tras ella se distingue claramente la figura de su primer marido, a quien pintó Campoamor como al demonio Asmodeo, que gozaba torturando a las mujeres, según afirma Tobías en su libro bíblico. Efectivamente, el yerno de Rafael Vila era un hombre cruel como pocos, enfermo de celos, despiadado, casi sádico. Clara Vila lo abandonó una tarde de otoño, por sorpresa, tras recibir una paliza de la que tardó semanas en curar. Años después, Clara Vila casó con otro hombre, que también aparece en el mismo fresco y a quien aguarda un destino feliz, según he concluido tras analizar las escenas que lo rodean.
Y así podría citar muchos ejemplos más, de ésta y de otras capillas que he estudiado con detenimiento. Pero la más inquietante de todas sus obras es la última, la que pintó en la de mi colegio, a punto de transformarse ahora en salón de actos. “Si los frescos fueran antiguos” dicen los responsables, “a lo mejor valdría la pena conservarlos, pero siendo tan modernos…”. Cincuenta años no es nada en la historia del mundo, un simple pestañeo en los ojos infinitos de Dios. Unos ángeles de cincuenta años, tan planos, tan desnutridos de colores como los de Rafael Vila, carecen de valor. Pero he sacado cientos de fotos, las paredes de mi habitación están forradas con los ángeles de Campoamor: Rafael Vila, su ayudante, mi padre, el director del colegio, vecinos irreconocibles y remotos… Todos están allí, mirándome con sus ojos de papel, aguardando que alguien revele el paradero de su creador.
Es increíble que un hombre pueda caer de un andamio sin llegar jamás al suelo. El misterio que envuelve su accidente es el mismo que envuelve sus profecías, llevo media vida pensando en ello. He estudiado al detalle el ventanal de la capilla por donde escapó volando y no tiene nada de particular, salvo la evidencia de su anchura, que permite salir a un hombre con los brazos abiertos. La abertura por donde huyó, la mayor de las siete que iluminan la estancia, está sobre el altar mayor y es ciertamente la única que no presenta obstáculos desde ningún ángulo. He medido cuidadosamente los planos, he fabricado maquetas a escala y he concluido que Rafael Vila Campoamor, en su caída, solo pudo esca­par por donde lo hizo y de la forma en que su ayudante dijo, es decir, describiendo una ligera curvatura en un ángulo de 45º hacia el sur, como una avioneta arrepentida de tomar tierra, pero si efectivamente fue así, ¿por qué nadie lo vio sobrevolar el pueblo? Recuerdo perfectamente aquella mañana. Los niños más pequeños jugaban en el patio, exacta­mente bajo la ventana por donde huyó, y ninguno lo vio hacerlo.
Lo sé porque en aquella época, durante el recreo, me encantaba entrar en la capilla y ocultarme tras las columnas para ver a Rafael Vila pintar los ángeles desde el andamio. Me parecía increíble que un hombre dibujara con tanta destreza bajo el único dictado de su imaginación, y pasaba el tiempo del recreo hipnotizado por sus pinceles. La mañana del suceso también lo hice, para mi desgracia, y ya nunca pude olvidar a Cam­poamor, el pintor de ángeles, porque yo también lo vi volar como una mariposa, pero entonces era un niño y nadie hubiera creído la historia de un niño que vio a un hombre volar como una mariposa. Yo mismo no imaginaba entonces que los hombres pudieran volar o que los ángeles se vistieran de personas, y durante muchos años preferí creer en las alucinaciones solo porque era más cómodo para mi razón, pero el día que me reconocí pintado en los frescos de Rafael Vila, escribiendo en un breviario, con pequeñas alas en la espalda, supe que Campoamor me había elegido como testigo de su hazaña, que conocía su destino y el mío desde muchos años antes. A medida que envejezco pienso más en Rafael Vila y lamento amargamente que su obra muera por carecer de valor histórico o artístico. También sueño con volar algún día como él lo hizo, al fin y al cabo me dibujó con alas en la espalda mucho antes de mi nacimiento.
JOSE ANTONIO ILLANES

¿Es la araña más grande que se haya fotografiado jamás?

La imagen de una gigantesca araña, tomada por una asustada mujer australiana, realmente da escalofríos, hasta el punto que el periódico británico 'Daily Mail' se pregunta si se trata de la araña más grande que se haya fotografiado jamás.

RT

La foto muestra al arácnido sobre una escoba en una granja de rescate de animales en el valle de Brisbane, en el estado de Queensland, al noreste del país. El monstruo de ocho patas, que casi cubre por entero el cepillo, está ganando fama en Internet, donde está generando multitud de comentarios que expresan su horror ante el tamaño descomunal del insecto.
Sacada hace una semana, la foto de la colosal araña, apodada Charlotte, parece salida de la pesadilla de una persona con aracnofobia. Y es precisamente el miedo a este tipo de insectos lo que la hace más peligrosa para los humanos, y no sus posibles mordeduras.
La 'heteropoda maxima' o 'araña cazadora gigante', especie a la que pertenece el monstruo, es famosa en el país por presentarse de manera inesperada en el interior de los vehículos. Estas apariciones muchas veces tienen consecuencias desastrosas, ya que provocan numerosos accidentes por causa de los sustos que dan a los sufridos conductores australianos.

Irrumpe en boda de su ex con bebé en mano para impedir que se case

México.- Una mujer intentó irrumpir en la boda de su expareja para exigirle que reconozca al bebé que ambos procrearon y reclamarle el pago de pensión, en un hecho que parece tomado de una película cómica. 

Los hechos sucedieron en Nuevo Chimbote, en el Perú, cuando el hombre participaba en una boda colectiva y pensaba casarse con su pareja de varios años, con quien ya tiene dos hijos.
En el instante en que se llevaba a cabo la ceremonia, una mujer intentaba entrar con un bebé de brazos asegurando que el padre era el mismo que estaba contrayendo matrimonio, pero los familiares del hombre le impidieron el paso.
Al final, la pareja de recién casados tuvo que abandonar el lugar por otra salida para evitar una escena, mientras que la mujer con el bebé en brazos desquitó su furia denunciándolo ante las cámaras de Televisión.

Con información de Soy Chile

Setiro un pedo en cirugía e incendió el quirófano

Se rajó un gas en cirugía e incendió el quirófano - Imagen ilustrativa
COSA DE LOCOS
Imagen ilustrativa

El hecho se produjo en el Hospital de la Universidad de Tokio, Japón. Una mujer que era operada de cuello uterino por metodología láser provocó un incendio al  al lanzar una flatulencia. La paciente resultó con quemaduras en distintas zonas de su cuerpo.

El incidente se produjo como consecuencia de la combinación entre los materiales que se utilizan en este tipo de operaciones, que son altamente inflamables y el gas que fue liberado por la explosión gaseosa liberada por la paciente, que generó una combustión espontánea que dejó al quirófano en llamas.
La comunicación oficial explicó el hecho a través de un comunicado “cuando los gases intestinales del paciente se filtraron en el quirófano, hicieron contacto con la irradiación láser. Esto causó las llamas, que a su vez alcanzaron las cortinas y provocaron el incendio”.
Si bien los hechos ocurrieron en abril, recién ahora se dieron a conocer a raíz de la investigación.

Rayo fulminó a abuelita que paseaba con paraguas

Rayo fulminó a abuelita que paseaba con paraguas - La mujer caminaba en un día de lluvia (foto captura).
COSA DE LOCOS
La mujer caminaba en un día de lluvia (foto captura).

Una cámara de seguridad captó el impactante momento que una mujer fue alcanzada por un relámpago. El hecho sucedió en una calle de Zimbawe y en el video se puede apreciar el fatal momento. ¡No te lo pierdas!

En las imágenes se ve claramente cuando la descarga natural de electricidad estática da sobre la señora, que iba por la calle con su paraguas.

Encontró un tesoro haciendo pis

Encontró un tesoro haciendo pis - El hombre afortunado.
COSA DE LOCOS
El hombre afortunado.

Un hombre se dispuso a orinar mientras recorría un campo en Australia. Para saisfacer su necesidad ingresó en una cueva, pero no pensaba que iba a descubrir restos arqueólogicos que, calculan, tienen casi 50 mil años.

Una simple necesidad de hacer pis a una cueva provocó un descubrimiento increíble: fragmentos de herramientas sofisticadas y 200 restos de huesos de un gigantesco marsupial que vivió en Australia 49.000 mil años atrás, según los cálculos.
El arqueólogo Giles Hamm recorría el árido sur de Australia, más específicamente Flinders Ranges. A su lado estaba un nativo llamado Clifford Coulthard, quien en un momento del trayecto necesitó ir al baño. “La naturaleza llamó y Cliff trepó a esa garganta”, cuenta Hamm. Allí, algo llamó la atención del hombre cuyos antepasados habían recorrido esas desiertas rocas durante siglos.
En esa cueva algo despertó la curiosidad de Hamm, quien de inmediato supo que estaba ante un descubrimiento importante. El techo ennegrecido le hacía pensar que en ese sitio, hacía tiempo alguien había hecho fuego. “Que personas enciendan fuego en un cobertizo rocoso significa actividad humana”, agregó. Ese fue el impulso para continuar con la investigación y los rastrillajes.
Los aborígenes australianos son los más antiguos que continuaron su civilización. Se cree que fueron de los primeros en abandonar África, de acuerdo con un estudio genético realizado por la Universidad de Copenhagen, indicó SkyNews. Se cree que los primeros habitantes llegaron mil años antes del descubrimiento de Hamm y Coulthard.
Sin embargo, Hamm duda. “Si llegaron 50.000 años atrás, no les dio mucho tiempo para moverse tan rápidamente hacia el sur. Podría haber sido colonizado mucho antes de eso. Podría ser 55 mil o 60 mil años atrás”, cree el arqueólogo.
La presencia de huesos de los gigantes Diprotodon optatum en el cobertizo de piedra indicaría que los originarios del sur de Australia los cazaban para obtener alimento y abrigo. Su porte y posible torpeza para trasladarse indicaría que eran incapaces de trepar hasta esos lugares. Estos ejemplares llegaban a medir hasta dos metros de alto y pesar 2500 kilos.