El Congreso de los Diputados formará una comisión especial esta misma semana para investigar al congresista que estuvo diciendo la verdad durante diecisiete minutos consecutivos en su última intervención en la tribuna de oradores. “Gracias a Dios”, señala el presidente de la Cámara, “el debate no era televisado y el asunto no fue a más, exceptuando el desvanecimiento de una de las taquígrafas”. Aún así, parece ser que los dos partidos mayoritarios apoyan, sin restricciones, una investigación inmediata sobre lo ocurrido. “No se puede dejar de mentir como un bellaco, de repente, y salirse de rositas”, ha dicho la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. El líder de la oposición, Pérez Rubalcaba, sugiere, además, que el hecho se ponga en conocimiento de la policía nacional y la Interpol.
La identidad del diputado, así como su filiación, no ha trascendido a los medios por un asunto de seguridad nacional, y a petición expresa de la Asociación Nacional de Banca y la Conferencia Episcopal Española. El político acusado de transparencia ha dicho que en ningún momento fue consciente de que estuviese “diciendo cosas que le salieran del corazón”, y achaca el rapto a tres posibles causas muy concretas. “Algo que comí, algo que leí o algo que pensé”. Tanto el Partido Popular como el PSOE han pedido medidas cautelares mientras se procede a la investigación, y exigen que el diputado no se acerque a menos de diez metros de la tribuna de oradores o, al menos, que porte un dispositivo especial de silicona que le permita respirar y comer pero que le inmovilice la lengua por siete puntos diferentes.
Según parece, el congresista llegó a decir hasta veintiocho frases sencillas, con una composición de verdad de hasta el 87 %, durante esos diecisiete minutos de intervención, y aunque el contenido de esas afirmaciones sigue sin trascender a la prensa, se cree que una de ellas tendría que ver con la palabra pantomima, como concepto general.

Una comisión pedirá diez años de inhabilitación