El último pleno se clausuró el pasado 20 de diciembre y la próxima
convocatoria no está fijada hasta el próximo 12 de febrero. El mes de
julio pasado se declaró hábil para celebrar hasta tres sesiones
plenarias y aun así las vacaciones fueron de 48 días
Los miembros del
Congreso de los Diputados
abandonaron sus escaños del Hemiciclo el pasado día 20 de diciembre y
no volverán a ocupar los sillones rojos hasta el próximo día 12 de
febrero, momento en el que se inicie el IV periodo ordinario de la
actual legislatura. En total serán
52 días continuados de ausencia.
Contra lo que pudiese parecer, este régimen de asistencia no responde
al capricho de sus señorías: lo marca, ni más ni menos, la
Constitución. Y lo ratifica el Reglamento de la Cámara baja.
No obstante, pese a lo que explica el
artículo 73 de la Carta Magna,
el periodo de vacaciones parlamentarias puede alterarse; de hecho se
amplía cuando existe una voluntad política expresa por parte de la
mayoría de la Cámara baja - la normativa es idéntica para la otra
Cámara, el Senado-. Suele ocurrir en todas las legislaturas, pero
siempre como consecuencia de hechos más o menos relevantes. Se han
convocado
sesiones plenarias incluso en el mes de agosto.
Pero
las voluntades políticas para alterar los periodos ordinarios de
sesiones plenarias – de febrero a junio y de septiembre a diciembre – no
suelen proliferar. No hay tradición, ni los ligeros retoques hechos al
reglamento del Congreso, norma que data de febrero de 1982, contemplan
que los meses de enero y de julio, declarados inhábiles junto a
agosto, puedan ser considerados como el resto del año a efectos de
celebrar sesiones plenarias.
A los 52 días de invierno sin plenos
hay que sumar los 48 días
seguidos que, en plena canícula estival, estuvo vacío el Hemiciclo y
eso que en el mes de julio, de forma extraordinaria, se celebraron tres
sesiones plenarias diferentes que mantuvieron ocupadas a sus señorías
entre el día 14 y el 24, además de celebrarse algunas reuniones de
comisiones parlamentarias. Paradójicamente,
julio fue, en la práctica, un mes normal de trabajo parlamentario pese a estar catalogado como extraordinario.
Sin
duda alguna, el clima social y político creado en torno a la tensión
por la elevada prima de riesgo y los datos de aumento del paro
influyeron a la hora de querer trasladar a la ciudadanía la imagen de
trabajo parlamentario intenso.
32 sesiones en un año
Durante el primer año de vida de la
X Legislatura constitucional se han celebrado un total de
32 sesiones plenarias,
normalmente de martes a jueves, aunque hubo semanas en que el pleno
ocupó solo dos días o incluso uno solo. En diciembre de 2011, en el I
periodo de sesiones, se celebraron tres plenos, uno de constitución de
la propia cámara y los otros dos de investidura de Mariano Rajoy como
presidente del Gobierno. En realidad, fueron unos plenos de meros
trámites formales y sin lugar a sorpresas teniendo en cuenta la mayoría
absoluta del PP.
Contra lo que pudiese
parecer, este régimen de asistencia no responde al capricho de sus
señorías: lo marca la Constitución. Ya en 2012, en enero se celebró un pleno para, entre otras importantes cuestiones, convalidar el primer
Decreto Ley de medidas económicas
que promulgó el Gobierno en su segundo Consejo de Ministros, celebrado
justo antes de acabar el año. No es que hubiera un afán de trabajo
parlamentario Ese mes tuvo cierta actividad añadida puesto que tuvieron
que constituirse las comisiones parlamentarias, tarea que lleva sus
trámites y procedimientos. Los diputados estuvieron relativamente
ocupados ese mes de enero, algo considerado totalmente inusual.
El
calendario ordinario del II periodo de sesiones, entre febrero a
junio, estuvo relativamente saturado: 14 plenos, que sumaron un total
de 18 contando el pleno de enero y los tres celebrados en el mes de
julio. Una cifra, en cualquier caso, no muy habitual sin llegar a ser
extraordinaria – el mes de marzo, por ejemplo, solo hubo dos plenos -.
Pero
el III periodo de sesiones, entre septiembre y diciembre, la cosa
cambió para convertirse en una etapa más relajada en cuanto a sesiones
plenarias se refiere: apenas 11 plenos, tras eliminar del calendario
inicial una semana con pleno por
la convocatoria no prevista con antelación de elecciones en Catalunya.
Bien
es cierto que en este periodo de sesiones se tramitan los presupuestos
generales del Estado que llevan una carga de trabajo específica, pero
que es puntual y ocupa a un número pequeño de parlamentarios.
Para
el próximo periodo de sesiones, el IV, que comenzará la segunda semana
de febrero y se alargará hasta la última de junio, el calendario
aprobado por la Mesa de la Cámara baja el pasado 18 de diciembre prevé
un total de 14 plenos.
El mes más relajado será el de marzo, con solo dos semanas de sesiones plenarias ya que la Semana Santa se “come” la última del mes.
De habilitar el mes de julio para ocupar el Hemiciclo no se sabe nada a estas alturas del año y
de voluntades políticas para hacerlo, menos todavía.