MADRID.- Europa está viviendo en los últimos meses una de las mayores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial. Debido a la complicada situación en Oriente Próximo, y muy especialmente a la guerra en Siria, se ha producido un éxodo masivo de personas hacia el viejo continente, atraídos por la prosperidad y por unos valores humanos que los líderes políticos europeos no pierden oportunidad para ensalzar.

Este miércoles, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, instaba en un sentido discurso en el Parlamento Europeo a los Estados miembros a que aceptasen las cuotas de refugiados propuestos por la CE. Apelaba a la solidaridad que hubo hacia “los republicanos españoles que huyeron a campos de refugiados en el sur de Francia tras la derrota en la Guerra Civil”. Con su discurso, además de una voluntad de ayuda digna de aplauso, el luxemburgués demostraba un desconocimiento total del calvario que tuvieron que pasar aquellas personas.
Los exiliados españoles fueron tratados de un modo inhumano, y en muchos casos explotados por unas autoridades francesas que traicionaron a la República
Los exiliados españoles fueron tratados de un modo inhumano, y en muchos casos explotados por unas autoridades francesas que traicionaron a la República. La acogida de los republicanos no fue en absoluto mejor que la que se está dando estos días a los refugiados sirios. En Europa, 76 años después, se repite la Historia.

Los centros que dispuso Francia para el medio millón largo de españoles que huyeron de la guerra fueron verdaderos campos de concentración. El propio Gobierno francés se refería a ellos como tales, y no como campos de refugiados. Pero más allá de las palabras, aquellos lugares estaban hechos para encerrar y controlar, y no para acoger personas. Quienes pasaron por ellos tuvieron que padecer, además de la humillación, hambre, sed y frío. Muchos murieron por ello.