
Esther Vivas
Mercadona no es solo una cadena de supermercados, es mucho más. 
Mercadona significa poder. Y al frente, su fundador y presidente Juan 
Roig. Sin embargo, más allá de la imagen de empresa familiar, que crea 
empleo en tiempos de crisis, que cuida de sus trabajadores, su 
trastienda esconde una realidad poco conocida, y aún menos publicitada: 
financiación partidista, explotación laboral, desaparición del pequeño 
comercio, ahogo del campesinado, alimentos kilométricos. Esta es la otra
 cara de Mercadona.
Ni la crisis ha sido impedimento para que Juan Roig, un hombre hecho a
 sí mismo -como le gusta presentarse, se haya convertido en la segunda 
fortuna del Estado español, según 
la revista Forbes,
 con un total de 5.800 millones de euros en su bolsillo. Nada más y nada
 menos. Un patrimonio que atribuye a la “cultura del esfuerzo”, a la que
 acostumbra a apelar. Su receta para salir de la crisis es sencilla, 
solo se trata de una cuestión de esfuerzo: “La crisis durará más o menos
 años dependiendo de si cambiamos nuestra actitud y pensamos más en 
nuestros deberes y menos en nuestros derechos”. Aceptar la reforma 
laboral, imagino, debe formar parte de este esfuerzo.
Mercadona ha sabido sacar como ningún otro supermercado partido de la
 crisis. Desde 2008, sus ganancias han aumentado un 58%, consolidándose 
como el número uno de la gran distribución alimentaria. En 2012, sus 
ventas anuales fueron de 19 mil millones de euros, más del doble que su 
seguidor directo Carrefour. Y su cuota de mercado: 21%, prácticamente la
 misma que suman juntos Carrefour, Dia y Eroski, según datos de Kantar 
Worldpanel. ¿Su “receta mágica”? Según la empresa: siempre precios 
bajos, comercio de proximidad, etc. Sin embargo, hay una parte de la 
“receta” que suele “olvidar”.
Juan Roig comparecía, esta misma semana, en la Audiencia Nacional por
 los ‘papeles’ de Bárcenas, la “presunta” contabilidad B del Partido 
Popular (PP). Unos ‘papeles’ que señalan al magnate de los supermercados
 y apuntan a supuestas donaciones de Mercadona al PP por valor de 240 
mil euros. Juan Roig, ante el juez Pablo Ruz, 
lo negó todo.
 Aunque, admitió donativos a la Fundación para el Análisis y los 
Estudios Sociales (FAES), del expresidente José María Aznar, por un 
valor total de cien mil euros en 2005 y 2012, y otra de cantidad similar
 a la la fundación Mujeres por África, de la exvicepresidenta del 
Gobierno por el PSOE María Teresa Fernández de la Vega. Así, todos 
contentos. Juan Roig declaró, también, haberse reunido “cinco o seis 
veces” con el presidente del Gobierno Mariano Rajoy. No en vano, según 
una encuesta de Ipsos, 2013, se trata del tercer empresario más 
influyente, detrás de Emilio Botín y Amancio Ortega.
Modelo alemán
Mercadona ha hecho siempre gala de contratos estables, salarios por 
encima de la media del sector, formación y apuesta por la conciliación 
entre la vida familiar y laboral. No obstante, el mismo 
The Wall Street Journal
 alababa el “modelo alemán” de la empresa y lo consideraba la clave de 
su éxito: condiciones de trabajo flexibles y salarios ligados a la 
productividad. Lo que no parece lo más adecuado para conciliar la vida 
personal con el trabajo ni lo mejor para una remuneración estable. De 
hecho, el mismo Juan Roig, como presidente del Instituto de la Empresa 
Familiar, que agrupa a un centenar de empresas líderes en su sector, ha 
exigido reiteradamente la “necesaria” flexibilización del mercado 
laboral, la reducción del coste del despido, el retraso de la edad de 
jubilación a los 67 años, el traslado de los festivos entre semana a los
 lunes a fin de evitar “los puentes” y la desvinculación de la subida 
salarial al aumento del IPC. Todo claro, pensando en los trabajadores.
Las denuncias a Mercadona por abusos laborales
 son múltiples y vienen de lejos:
 despidos improcedentes, política antisindical, presión extrema sobre la
 plantilla, dificultades para obtener la baja, acoso. En 2006, empezó un
 largo conflicto en el Centro Logístico de Sant Sadurní d’Anoia, 
encargado del abastecimiento de los supermercados de Catalunya, Aragón y
 Castelló, cuando varios mozos de almacén comenzaron un proceso de 
auto-organización frente a los atropellos de la empresa con el apoyo del
 sindicato CNT. La respuesta de Mercadona no se hizo esperar: tres 
empleados a la calle. Esto desencadenó una larga huelga de marzo a 
septiembre de 2006. Muchos otros son los casos que se podrían contar. 
Solo añadiremos uno más: el de Francisco Enríquez, siete años en un 
Mercadona en Málaga,
 despedido en octubre de 2013 tras ser elegido delegado sindical de CGT. A menudo, la realidad desmiente el marketing.
Adiós fruteros
La desaparición del pequeño comercio es otro de los “daños 
colaterales” de la proliferación de los supermercados. Aunque desde 
Mercadona afirman que allá donde se instala uno de sus establecimientos 
se desarrollan varias tiendas a su alrededor. Sin embargo, yo diría que 
se instalan muy a su pesar. Y no se trata de cualquier tienda sino de 
fruterías que aprovechan el insípido y envasado producto fresco que 
vende Mercadona para ofrecer una alternativa a los clientes de la 
cadena. El propio Juan Roig lo dejaba claro al afirmar que alrededor de 
cada Mercadona “no hay ningún colmado pero hay ocho fruterías”. Y 
añadía: “Sin ir a Harvard sino a ‘Harvacete’, los fruteros son más 
listos que nosotros”. ¿Cuál es su objetivo ahora? Ni colmados ni 
fruterías en las inmediaciones de Mercadona. La empresa lanzó, a finales
 de 2013, una nueva estrategia para vender directamente productos 
frescos.
Campesinos, ganaderos y proveedores tampoco están muy satisfechos con Mercadona. Sindicatos agrarios como 
COAG han denunciado
 varias veces como el proceso de concentración de los supermercados en 
pocas manos favorece su enriquecimiento a costa de la reducción de 
ingresos de los agricultores y ganaderos. En junio de 2013, campesinos 
canarios concentrados a las puerta de un Mercadona en Las Palmas de Gran
 Canaria regalaron ocho toneladas de patatas para denunciar los precios 
de miseria que les pagaba el supermercado, por debajo del gasto de 
producción. Según COAG Canarias, las grandes cadenas de distribución 
entran en “guerras de precios” para ganar cuota de mercado y esto “lo 
paga los que están al principio de la cadena”.
No se trata de un caso puntual. La Unións Agrarias y la Asociación 
Sectorial de Criadores Avícolas de Galicia denunciaron, en agosto de 
2013, ante el Consello Galego da Competencia como siete supermercados 
vendían el pollo por debajo del coste de producción y prácticamente al 
mismo precio. La  Unións Agrarias acusaba directamente a Mercadona de 
“liderar” el pacto de precios: “Si Mercadona varía 10 céntimos el 
precio, las demás superficies no tardarán en hacerlo”. Lo que pone en 
una situación “muy difícil”, añadían, a las casi 800 granjas existentes 
en Galicia. Juan Roig dice que Mercadona quiere “dignificar el trabajo 
del agricultor, pescador y ganadero de nuestro país” y defiende que 
“ganaderos y agricultores tienen que ganar dinero”. Las palabras, sin 
embargo, se quedan en papel mojado.
Alimentos kilométricos
Y los alimentos en Mercadona, ¿de dónde vienen? 
Un informe de Amigos de la Tierra señala
 que si los alimentos que compramos llevaran un contador, la media de 
kilómetros recorridos antes de llegar a nuestro plato sería de 5.000. 
Mercadona, la mayor cadena de supermercados, no debería ser una 
excepción. El sindicato COAG denunció, en marzo de 2009, el acuerdo 
entre Mercadona y la empresa portuguesa Sovena, cuyo principal 
accionista es uno de los yernos de Juan Roig, para plantar olivar y 
producir aceite de oliva en Portugal y el norte del Magreb, 
deslocalizando la producción.
Y es que ni la famosa orxata valenciana parece ser ya de Valencia. La
 Unió de Llauradors destapó, en abril de 2013, que la orxata 
comercializada en Mercadona no llevaba el distintivo de Denominación de 
Origen con lo cual, muy probablemente, la xufa original venía de África,
 con la consiguiente explotación laboral de sus productores y el impacto
 medioambiental de dichos alimentos “viajeros”. Mercadona lo negó, pero 
no pasó a etiquetar sus productos con esta denominación, como sí hacen 
otros supermercados, por lo tanto el origen de la xufa es desconocido. 
Asimismo, se han detectado, también, en Mercadona naranjas etiquetadas 
como valencianas pero con origen en Argentina, calabazas de Panamá, 
pescado congelado africano o de América del Sur, 
así como otros productos con muchos kilómetros a sus espaldas.
Mercadona invierte miles de euros en cuidar su imagen. “Supermercados de confianza”, nos dice. ¿Seguro?