domingo, 1 de marzo de 2015

CHARLAS CON FILOMENO (VI) INVASIÓN VENEZOLANA



CHARLAS CON FILOMENO (VI)

INVASIÓN VENEZOLANA

Sigo muy preocupado. El veterinario insiste en que el problema de Filomeno persistirá mientras no supere su miedo a los cambios. “La culpa es de usted”, me recriminó, “lo ha mimado demasiado. Por muy facha que fuera su burro nunca debió consentirlo con tantas lecturas de Arcadi Espada, Hermann Tertsch, Alfonso Rojo, Sostres y compañía”. Así que ayer ...lo saqué al campo. Sé dónde hay un acebuche jovencito, de ramitas frágiles que se zarandean con el peso de los estorninos y el trasiego de la brisa vespertina, y allí me dirigí a explicarle la feble naturaleza del miedo.

Por el camino volvió erre que erre con Venezuela, y me explicó su teoría de la invasión de España planeada por Maduro y sus secuaces. “España descubrió América”, dijo, “y la descubrió el PP. Colón no era Genovés, ni catalán, como afirma la sanguijuela separatista de Pujol, sino madrileño, nacido en la calle Génova.” Considerando que Colón reclutó a sus marineros en la Real Cárcel de Sevilla, no era tan descabellada su teoría, pero lo más parecido al Pepé S.A. en el s. XV era aquella organización criminal llamada La Garduña.

“Y ahora los indios quieren vengarse”, siguió roznando, “y tienen un plan para invadir España: Venezuela ha infiltrado a una quinta columna capitaneada por Monedero. Si ganan las elecciones abrirán al enemigo populista las puertas de España. En una semana tendremos a las tropas venezolanas desembarcando en Cádiz, y fusilarán a los curas, repartirán los pisos, las ovejas, las vacas, los olivos, los asnos… Asnos inocentes como yo porteando cajas de municiones al frente, y entonces…”

En eso que llegamos al acebuche. Lo até a una ramita del grosor de un dedo y me senté al otro lado de la vereda. Le enseñé una tableta de chocolate, que le encanta. “Ven”, le dije, suéltate de la rama y toma el chocolate”. Miró a un lado y a otro. Miró el ronzal. Miró la ramita. “¿Cómo voy a ir, si estoy atado?” Rebuznó. “Pues viniendo”, le dije, “tira del ronzal, sé libre, esa rama se rompe sola”.

Y empezó a temblar. “Algo malo puede pasar”, dijo. “Que te hartes de chocolate”, le contesté. Pero no. “Algo malo puede pasar, algo malo puede pasar…” Y yo: “Tira del ronzal, no pasa nada, sé libre”. Y él: “¿Pero cómo voy a romper un árbol?” Y yo: “Solo es una rama, tira, no seas cobarde”. Y él: “Que no, que algo malo puede pasar. Yo soy un burro decente, jamás infringí una norma”. Y yo: “Tira, sé libre”. Y él: “¿Pero no ves que no puedo, que algo malo pasará si lo hago?”.

Me alejé por el camino, por ver si me seguía, pero no, y lo escuchaba a lo lejos: “¡Antisistema! ¡Traidor! No me dejes solo. ¡Populista!…” Por la noche fui a buscarlo y allí seguía, sin moverse, temblando de miedo. Fue incapaz de romper la ramita, creyendo estar atado a una muralla. Pobre Filomeno.