jueves, 26 de febrero de 2015

SÍ SE PUEDE



SÍ SE PUEDE

Jackson Howard es uno de esos soñadores irredentos capaces culminar cualquier utopía por inabarcable que parezca. Jackson es un apátrida, y los sueños de los apátridas son los más inquebrantables de todos los sueños. A los dieciséis años perdió a toda su familia en la guerra de Liberia y llegó a España de puro milagro. Se asentó en las calles de Sevilla, hoy vende pañuelos por la zona... de la Plaza de Armas y por las tardes estudia Derecho, poco a poco, pacientemente, según le permiten sus cortos ingresos.

Siempre lo recibirá a usted con una sonrisa, haga calor o frío, tenga hambre o no la tenga, le compre pañuelos o le escupa un gesto de desprecio. Y siempre con un disfraz. Acumula docenas de ellos en el sitio donde vive de okupa, si aún no lo han desahuciado. Su favorito es el de Cleopatra, pero los tiene de Caperucita, de faraona, de princesa, de centurión romano, de monja, de bebé, de torero… Y se ha propuesto ser juez. Recuerda que era el sueño de su padre, allá en la lejana Liberia.

Sin recursos tardará tiempo, sin duda, pero será juez. “Tú serás duro, pero yo tengo tiempo”, le dijo el perro al hueso. Y ahí lo tienen, estudia que te estudia, crédito tras crédito, materia tras materia, sin descanso, entre pañuelos y frío, entre sonrisas y derrotas, entre disfraces y limosnas, estudia que te estudia, erre que erre, ahorro tras ahorro, día tras día, sin pausa, sin tregua, sin desánimo, como un barco diseñado para sortear tempestades.

Jackson es brillante y duro como un diamante, sus compañeros lo saben. La plataforma CDT ha recaudado para él mil euros que ya ha invertido en matrículas. Un soñador anónimo le dejó un día otros mil en la cesta de los pañuelos: también para matrículas. Sin documentación oficial, sin patria, sin recursos… ¿Podrá algún día alcanzar el sueño de su padre y ser juez? Podrá, sin duda, porque sí se puede cuando se tiene dureza, cuando uno galopa sobre el caballo de la fe y de la confianza en uno mismo.

Ni desiertos, ni mares, ni guerras, ni matanzas, ni desprecios, ni hambre ni inclemencia, aunque seamos de carne, nuestros sueños son de hierro, y cuando son justos pueden cumplirse si uno quiere, porque no triunfa el más fuerte sino el más resistente. Y Jackson lo sabe. Mañana volverá a la Plaza de Armas, bajo el frío, con su disfraz y su cesta de pañuelos, a combatir en esta jungla de injusticias, con una sonrisa y un propósito, y por la tarde devorará libros prestados mientras otros devoran esperanzas y vidas ajenas. Pero Jackson mira a su estrella del Norte, a pesar de las zancadillas del mundo, con tesón y con firmeza, y lo logrará, porque cuando la lucha se sincroniza con los sueños, sí se puede.