lunes, 9 de febrero de 2015

CHARLAS CON FILOMENO (IV)



CHARLAS CON FILOMENO (IV)

EL MIEDO

Filomeno sigue con depresión, pobrecillo. Hoy tuvo que venir el veterinario porque desde el día de la Marcha por el Cambio no quiere ni salir al campo. Mira a su alrededor con ojos tristes y suspicaces, medrosos y espantadizos, como si barruntara el fin del mundo. “Su burro lo que tiene es miedo. Pánico, diría yo”, ha dicho el veterinario, “¿no ha visto usted ...que al rebuznar parece imitar al portavoz del Gobierno? Eso es terror”.

A la fuerza lo he sacado al campo y he hablado con él seriamente. Le he dicho que su miedo radica en su cortedad de luces, en su visión asnal del mundo, en su desconocimiento de las cosas, producto de sus limitaciones y de su fanatismo, porque el miedo nace de la ignorancia, hija de la comodidad y del embrutecimiento. Nada más. A medida que uno adquiere conocimiento y va comprendiendo la naturaleza y el alcance de las cosas espantables, el miedo se aleja.

Pero no, otra vez volvió a Venezuela, a Irán, al papel higiénico, a la ETA, a las becas black, a Monedero, al que llamó el Bárcenas de Podemos… En fin. Otro de sus pánicos son los cohetes y los petardos, y por ahí le entré. Le pregunté cómo funcionaba un petardo y lo desconocía. De qué estaba hecho: tampoco. Cómo producía el sonido: mucho menos. Me atreví a preguntarle qué era y no tuvo respuesta. Solo sabe que no quiere oírlos y que si por él fuera los prohibiría. Fin de la cita.

Quise explicarle que los petardos no son las trompetas de Jericó, que son tubitos rellenos de pólvora concebidos para divertir y hacer ruido, que si supiera realmente en qué consistían, les perdería el miedo, pero no me dejó. No quería saber. Petardos no. Punto. Entonces puse el dedo en la llaga y le pregunté por su miedo a los cambios. Y para qué, ¡madre mía! Su tristeza se tornó cólera. Empezó a roznar como un poseso, a soltar coces y a encabritarse como el caballo del Cid. Y otra vez que si Venezuela, que si ETA, que si populismo, que si becas black, que si caca caca, que si el papel higiénico…

He decidido no leerle artículos de Inda durante una temporada, ni de Isabel San Sebastián ni de Jimenez Losantes, a ver si con eso y cierto apoyo clínico logro amortiguar sus miedos, pero conociéndolo me temo que no, que va a seguir en sus trece. Pobrecillo, con lo libre y feliz que podría ser si entendiera que el mundo no se hunde por un petardo ni por un cambio político