jueves, 1 de mayo de 2014

Ángeles y demonios, y Ramona


Se despertó de madrugada y lo lamenté profundamente. Yo no quería, de verdad que no quería, hice todo lo posible por no interrumpir su inmaculado sueño, bien lo sabe dios. Absolutamente entregado, descalzo y de puntillas por no hacer ruido, entré en la habitación. Ella dormía plácidamente, su cabeza ligeramente fuera de la almohada, y me encomendé; desde lo más profundo de mi alma elevada rogué a todos los santitos del cielo, me refiero a los traviesos santos, que me ayudasen; que me acompañaran en el futuro inmediato, inmediato, que estaba a punto de afrontar. Yo sabía que no era cosa fácil, sabido es que el hombre propone y dios dispone; por eso fruncí cadera y me arrodillé en el silencio de la noche evitando cualquier roce con la madera de la cama por no despertarla, Ramona dormía como una bendita, los ángeles le acompañaban.
No hubo manera; cuando se le deben cosas a dios, el 'altísimo' cobra deuda, ¿a qué, si no, el infierno?
Como decía, arrodillado, en pleno éxtasis existencial ante su cuerpo lacado al vapor de una inocencia tatuada del tortuoso ayer en un brazo, ¡coño!, tire la primera piedra quien se crea libre de culpa, ahí me encontraba, presa de un nerviosismo desenfadado, ante un lienzo figurado por pintar, ahí mi ánima.
No sé qué ocurrió ni cómo, pero pasó. Me encontraba cercano a la conexión, un minuto más y habría alcanzado el éter que aureola a los bendecidos cercanos a la luz.
Al pronto, encomendado yo en mi propósito, sin esperarlo, en absoluto era mi propósito su despertar, abrió los ojos y descubriéndome en santa postura, lamentado, me preguntó:
- ¿Qué haces, Pepe?
Me derrumbé, conocedor del abandono de un dios infinito y perpetuo hacia mí que, por desgracia, sufriré por los siglos de los siglos.
- ¿Que qué hago?, ¡rezar, Ramona, rezar!, ¿no me ves ante ti, arrodillado, mi mirada sobre tu rostro?
Se calló. De nada sirvió mi prudencia, mi sigilo, mi prudencia por no despertarla, me sé abandonado por el cielo.
Habíamos ideado, una hora antes, 'Juan niño' y yo, cómo quemarle el dedo gordo del pie a Ramona mientras dormía, con un mechero barato y bastante mala leche por mi parte. Los ángeles, siempre, al lado de ella; ¡me cago en su puta madre!