lunes, 6 de enero de 2014

.Emilio Herrera, el olvidado español que «inventó» el traje espacial




Ingeniero, piloto, militar, inventor, político, pionero de la aeronáutica... Pocas materias se le escapaban a Emilio Herrera, el español que en 1935 desarrolló una «escafandra astronáutica» que posteriormente la NASA adaptó para los viajes espaciales. Con su nacimiento, el 13 de febrero de 1879, la ciudad de Granada daba a luz a un largamente olvidado protagonista de la conquista espacial.
En 1897, con solo dieciocho años, ingresó en la Escuela de Ingenieros militares de Guadalajara, dando así inicio a una brillante carrera como militar, a la que daría continuidad en la Compañía de Aerostación. En ella obtuvo su título de piloto de globo en 1905. Seis años después, en 1911 Herrera vuelve a hacer historia al graduarse en la primera promoción de pilotos de aeronaves en España, y poco después, en 1914, mostró sus habilidades al pilotar un avión que cubría la ruta Tetuán-Sevilla.
Además, Herrera fue uno de los grandes impulsores del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos (Madrid), inaugurado en 1921, y precursor del actual Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), un organismo dependiente del Ministerio de Defensa encargado de proyectos de investigación espacial y aeronáutica.
Sin embargo, las miras de uno de los ingenieros españoles más importantes del siglo XX no se conformaban conformaban con surcar aire. Su verdadera meta era el espacio, y para conquistarla desarrolló su escafandra astronáutica. Después de estudiar la muerte del aviador Benito Molas en 1928, Herrera diseñó una vestimenta que le permitiría alcanzar sano y salvo la fabulosa altura de 22.000 metros de altitud –por encima del récord de altura del momento– en un globo de barquilla abierta. El traje, listo en 1935, incluía micrófono, un sistema de respiración e incluso una visera capaz de evitar los rayos ultravioletas.
El viaje, previsto para el verano de 1936, iba a suponer el primer hito de la conquista espacial, anterior incluso a las famosas bombas volantes alemanas V-2 de Wernher von Braun, que posteriormente serían la base de los cohetes Saturno, responsables de poner el hombre en la luna. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil le impidió llevarlo a buen puerto —incluso hay quién afirma que los restos de su globo fueron utilizados por el Ejército republicano para hacer capotes repelentes de la humedad—, como tampoco le impidió terminar su proyecto, esbozado en 1932, de viajar a la luna.
Cheque en blanco
A partir de 1939 Herrera, fiel a la República —llegó a ser presidente en el exilio entre 1960 y 1962— se exilió a Francia y comenzó a ser olvidado en su patria natal. Quién no olvidó sus esfuerzos fue la comunidad científica internacional e incluso Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la luna en 1969, agradeció sus esfuerzos entregándo a su ayudante, Manuel Casajust, una pequeña roca lunar. Un hito, por cierto, que Herrera no pudo ver —falleció dos años antes en Ginebra— y en el que tampoco quiso participar pese a que la NASA le tentó con un cheque en blanco.
Según contaba Casajust a la prensa de la época, Herrera se negó a colaborar en el proyecto si tras el alunizaje los astronautas no colocaban una bandera de su querida España junto a la enseña norteamericana. De acuerdo con Carlos Lázaro Ávila en su libro «La aventura aeronáutica», Herrera comentó a su ayudante: «Los americanos son como niños, creen que con el dinero lo pueden comprar todo».
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