martes, 4 de junio de 2013

El cuidado más atento


MIGUEL ANGEL TOLEDANO. PROFESOR DE LITERATURA 03/06/2013  
Todos crecemos a través del dolor y las experiencias difíciles, te dicen. Y sé que hay quienes
mantienen tal afirmación incluso como un modo de mantenerse atentos y erguidos, para no dejarse doblegar ni desfallecer. Y, sin embargo yo creo que el dolor no sirve para nada. El dolor está ahí, impertérrito y acechando a cada momento, esperando a que nos descuidemos para desquiciarnos, pero no tiene nada de salvífico, nada de enriquecedor, nada. Nosotros intentamos sortearlo y, en determinadas edades --las más jóvenes-- hasta conseguimos, casi de un modo natural, olvidarnos de su existencia. El dolor entonces es algo pasajero, liviano.

La vida se ofrece como un proyecto deslumbrante, nos sumergimos en el afán de cada día y, en cuanto podemos, nos lanzamos a disfrutar plenamente de su ebullición; a veces inconscientemente, dando pasos al borde del acantilado. Pero ahora, cuando parece que el cielo está a punto de desplomarse sobre nosotros, en una situación como la que estamos viviendo, hay que luchar sin desmayo para salir de esta estafa,sin olvidar que los problemas de la vida y la muerte están siempre presentes, con crisis o sin ella. No hay que coquetear nunca con el dolor. Ni con lo negativo. El miedo suele ser un arma del poder para tener atenazada a la gente y la desconfianza se produce cuando los ciudadanos no pueden confiar en quienes supuestamente les representan.

Pero la única forma cívica de la virtud es ser valientes y no dejarse avasallar. Nadie va a venir a sacarnos de aquí. Los que nos han metido menos que nadie. Hay que ser fuertes, resistir con más fuerza. Y no olvidar que la cuestión fundamental es vivir y evitar el dolor. El dolor es un mal siempre. Algo que no merecemos. Por eso me parece esencial volver sobre el sentido de la vida, recordar cómo, a pesar de tantas resistencias no atendidas entonces, nos fuimos sumergiendo en una sociedad que apostó todo al dinero hasta que salió cruz. El consumo ha caído hasta límites insospechados, y nos vuelven a decir que es algo deseable para remontar, pero ahora ya sabemos que, sin el cuidado más atento, acaba siendo un aguijón contra el bienestar de las personas, pues, a pesar de todos los anzuelos, no se trata de tener mucho sino de desear lo que verdaderamente se necesita. Y disfrutarlo. Porque lo más malo, lo peor, es que después de esta rapiña, de este inmenso escarnio, no hubiésemos aprendido nada.