viernes, 20 de febrero de 2015

Dos editoriales de El País: de 'el recién llegado' dedicado a Podemos al 'bienvenidos' para Ciudadanos




"La irrupción de Ciudadanos en el panorama político está aportando ideas frescas en el terreno económico" . "Ciudadanos trae al primer plano lo que se espera de un partido político: propuestas y aportaciones para el debate, en vez de hoscas batallas nominalistas". "Es de agradecer a la fuerza política en alza en los sondeos que exponga sus ideas económicas desde el principio del año electoral".

"Practica una comunicación barata". "Es fácil descubrir acentos populistas en su planteamiento del pueblo contra la clase política". "La eficacia del mensaje simplificador diseminado por su líder". "El nuevo actor político está obligado a respetar las reglas del juego y a explicar sus zonas de sombra". "Tienen que precisar si su modelo de gestión es la democracia chavista".



Albert Rivera (Ciudadanos) y Pablo Iglesias (Podemos)



El periódico El País dedica este viernes un editorial a Ciudadanos en el que, bajo el titular 'Bienvenidos al debate', desgrana una galería de elogios y alabanzas que refuerza a quienes opinan que los dueños del sistema han lanzado el partido de Albert Rivera para detener el avance de Podemos.

El 30 de mayo del pasado año, el mismo diario publicaba un editorial sobre Podemos, cuyo despectivo titular, 'El recién llegado', anunciaba una serie de descalificaciones y advertencias a la formación que días antes había obtenido cinco escaños en la Eurocámara, ridiculizando a todas las encuestas previas.

Los dos párrafos de arriba recogen algunas de las 'perlas' que El País ha destinado a ambos partidos en los respectivos editoriales, cuyos textos íntegros se reproducen más abajo. Las comparaciones suelen ser odiosas, pero algunas veces pueden ser muy ilustrativas y pedagógicas.


Bienvenidos al debate (20 de febrero de 2015)

La irrupción de Ciudadanos en el panorama político está aportando ideas frescas en el terreno económico a un debate político demasiado enfangado en el diagnóstico de la situación y poco proclive a las propuestas concretas. Aunque todavía es pronto para hacer una valoración completa del proyecto (el modelo de presentación por fascículos puede ser positivo para la mercadotecnia política, pero dificulta su análisis global), las primeras recetas enunciadas están bien alineadas con lo que el partido califica como el cambio sensato.

En su primera entrega, Ciudadanos se ha centrado en “dar herramientas a los ciudadanos, a los trabajadores, a los parados, a las empresas y a los autónomos para superar la crisis”, dejando para una segunda etapa las propuestas sobre el crecimiento a largo plazo. Esas herramientas que propone recogen planteamientos cercanos a la socialdemocracia, aunque pasados por un tamiz liberal.

La prioridad en la lucha contra la crisis que, según este partido, es atajar la desigualdad, la pobreza, la precariedad y la exclusión social. Un enunciado que comparte con otras fuerzas y que seguramente estará en el centro de la mayoría de los programas electorales a final de año. En este caso, se deja claro que no se defienden visiones colectivistas y estatistas para regenerar España, sino que se pone el foco en los individuos como centro de actuación.

Las principales acciones que plantea se refieren a reformas de gran calado en la educación, el marco de relaciones laborales, la regulación de la actividad económica, la innovación y la política fiscal (aunque no todas las desarrolla en su documento). Para la lucha contra la desigualdad, la exclusión y la precariedad laboral (que afecta a 11 millones de españoles, incluyendo a los contratados temporales, los parados y los que se han borrado por desánimo de las listas del paro), Ciudadanos hace cinco propuestas: un nuevo marco de relaciones laborales basado en el contrato único e indefinido con indemnizaciones crecientes; un complemento salarial anual garantizado para asegurar un salario digno; un plan de choque contra el paro de larga duración; una ley de segunda oportunidad y una política activa europea contra el desempleo.

Falta, desde luego, la visión global, el desarrollo de las reformas propuestas, las cuentas de lo que supone cada una de esas medidas y cómo se van a financiar, o, según sus palabras, cómo “poner los cimientos del crecimiento a largo plazo de la economía española y asegurar que pueda competir en la economía global y generar un crecimiento de calidad”.

Con independencia de su grado de acierto o de error, el esbozo de programa de Ciudadanos trae al primer plano lo que se espera de un partido político: propuestas y aportaciones para el debate, en vez de hoscas batallas nominalistas. Es de agradecer a la fuerza política en alza en los sondeos que exponga sus ideas económicas desde el principio del año electoral.

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El recién llegado (30 de mayo de 2014)

Podemos ha entrado como una exhalación en el juego electoral y se ha convertido en la gran novedad de la política española. Se apoya esencialmente en la frustración de la generación perdida, practica una comunicación barata y moderna (espectáculos televisivos, redes sociales) y ha sido utilizado como voto de castigo contra la gestión de la crisis. Es fácil descubrir acentos populistas en su planteamiento del pueblo contra la clase política (“la casta”) y en su líder, Pablo Iglesias, que se declara dispuesto a continuar el combate hasta “echar” al PSOE y el PP. Lejos de ningunearle, los demócratas tienen que felicitarse de que esta opción electoral dé cauce a personas procedentes del movimiento de los indignados, hasta ahora contrario a aceptar la democracia representativa.

El nuevo partido, inexistente cuatro meses atrás, se organiza a partir de bases vecinales y universitarias —en cierto modo, algo similares a las que se produjeron durante la Transición en España—, lo cual contribuye a explicar su éxito en zonas urbanas y de clase media, como Madrid y, en menor medida, Barcelona. A ello se une la eficacia de la claridad y del mensaje simplificador diseminado por su líder, cuya imagen contrasta con la de otros dirigentes de partidos clásicos, cansados y desgastados, a los que una encuesta tras otra presentan con niveles mínimos de aceptación ciudadana.

Mucho menos cierto es que Podemos represente “la mayoría social” reivindicada por Iglesias. Su pegada electoral —algo más de 1,2 millones de votos— le ha servido para obtener 5 de los 54 escaños que corresponden a España en el Parlamento Europeo. El éxito es prometedor, aunque sus primeras sugerencias tácticas tienden a abrir la puerta a acuerdos con IU para las siguientes elecciones, lo cual da idea de la medida de la representatividad que espera de sí mismo.

Más allá de sus propósitos, el nuevo actor político está obligado a respetar las reglas del juego y a explicar sus zonas de sombra. Iglesias no ha ocultado su admiración personal hacia Hugo Chávez; otros fundadores de Podemos han actuado como asesores del régimen venezolano. No se puede criticar hasta la extenuación por corruptos a los principales partidos y despachar las simpatías por la “revolución bolivariana” con un simple mentís. Tienen que precisar si su modelo de gestión es la democracia chavista y si la importación de términos como la “auditoría democrática de la deuda” es el paso previo a dejar de pagarla. También conviene saber si piensan seguir la estela del italiano Beppe Grillo, que tras clamar durante años contra el resto de los partidos acaba de ser derrotado por el que está en el poder.

La atomización de la izquierda obliga a reaccionar tanto al PSOE como a Izquierda Unida. El reto de los portavoces de la nueva opción consiste en demostrar que, por radical y extremista que sea su discurso, pretenden una alternativa solvente.