domingo, 13 de julio de 2014

EL PEQUEÑO HUNDEPATRIAS


EL PEQUEÑO HUNDEPATRIAS
(Cuento popular del régimen. No apto para niños críticos)

Érase que se era, hijo mío, no hace tanto tiempo, que en un perdido barrio obrero nació un niño tan listo como perverso; tanto, que sus primeras palabras en este mundo, a tempranísima edad, no fueron “papá”, “mamá” o “dinero”, como dicen los hijos de los banqueros, sino: “Hundiré a la casta”, refiriéndose a los esforzados padres de la patria que tanto velan por ella, fíjate tú, hijo mío: “Hundiré a la casta”.

Y así a todas horas del día: “Pablito, ¿quieres lentejas?” Y él: “Hundiré a la casta”. “Pablito, ¿quieres subirte al tiovivo?”, y él otra vez: “Hundiré a la casta”. O: “Pablito, ¿juegas al balón?”. Y él, erre que erre: “Hundiré a la casta”, y así hasta que aprendió a leer, para desgracia del mundo, porque leyó a los más perversos filósofos de la historia. Y como era tan listo sacó dos carreras, un doctorado, doce matrículas de honor y se colocó en la universidad. ¿Y cuáles fueron, hijo mío, sus primeras palabras en un aula? Cogió la tiza, se fue a la pizarra y escribió: “Hay que hundir a la casta”.

En su adolescencia no había WhatsApp, pero charlaba por la ouija con Stalin, Mao Tse-Tung, Atila, Azaña, Buenaventura Durruti y otros canallas expertos en hundir naciones, y como el diablo ayuda a los suyos, de mayor se hizo político, y de los más malos y corruptos que diera la historia. ¡Ay, hijo mío, qué desgracia tan grande! Fíjate si era malo que su partido tenía una contabilidad B y cuando lo descubrieron le echó la culpa al del Gobierno. Hacía negocios con dictadores: Castro, Obiang, Hugo Chávez, Mohamed VI, Evo Morales… Se retrataba con ellos y en el Photoshop cambiaba su cara por las de Rajoy, Aznar, el rey… El coronel Gadafi le regaló un caballo y dijo que era para Aznar, ya ves tú, con lo humildes que son los Aznar-Botella.

Un día los guardias lo pillaron con el coche mal aparcado, se fugó y dijo que conducía Esperanza Aguirre, fíjate qué disparate, con lo comedida que es. Estafó a miles de familias con las preferentes y culpó a los bancos, para hundirlos, mira qué mentira tan grande, ¿quién puede esperar eso de un banco? Le vendió armas a la dictadura venezolana y culpó a Rajoy, que solo fue allí a dar conferencias. Excarceló a docenas de etarras y acusó al Gobierno de simpatizar con terroristas, y de esas y como esas, miles.

Pero no iba a permitir Santa Teresa que este monstruo hundepatrias se saliera con la suya, así que un día, los hombres de bien del reino decidieron contar a la plebe todas esas canalladas. Y lo hicieron, y los vasallos se llevaron las manos a la cabeza. ¿Cómo es posible esto? ¡Qué malo hay que ser! ¡Qué falso! Y entonces se dieron cuenta de que solo era un populista bolivariano, un telepredicador del mal con mucha mala leche, y le dieron la espalda. Tanto, que hizo un crowdfunding para demandar a una lideresa y solo recogió dos euros en un mes. Para que veas, hijo mío, que el tiempo pone a todo el mundo en su sitio. Y colorín azulado, este cuento se ha acabado.