opinión
La comparsa de Córdoba
Suenan sencillo, sin estridencias, picando las notas, meciendo la melodía. Han recuperado el soniquete inconfundible de la comparsa clásica, apoyado en el tenor y con la compañía de la octavilla, enriqueciendo y sumando, no sólo luciendo ?per se?. Saben a tradición, a nostalgia, saben a Cádiz... pero son de Córdoba. Algo más que un ligero detalle.Y es que hay que querer mucho a Cádiz, y sobre todo a su Carnaval, para encontrar argumentos año tras año y elaborar un repertorio único y exclusivo para entregar a los aficionados gaditanos. Sólo para ellos, pues su tierra merece otros cariños diferentes. Hay que ahorrar para gastar dinero en este divertimento donde jamás buscaron el negocio; agarrar un autocar para comerse 300 kilómetros, cantar, volver de madrugada y en un ratito irse a trabajar el que pueda. Obliga a redoblar esfuerzos el vivir esta fiesta con las trabas que imponen la distancia, pues lo que aquí es cotidiano allí representa una excepcionalidad.
Por contra, han sumado más sinsabores que alegrías en un concurso que, frente a la opinión del gaditano, le ha dado la espalda en demasiadas ocasiones. Nunca, y ya llevan más de una década cantándole a esta ciudad, han ocupado un mejor puesto del merecido. Y en cambio, de vez en cuando se ha escapado un ?sopapo? y les ha dado en ?to? los morros, la última con la ?jogaílla? traicionera al Señor del Mar. Amén de que fueron los primeros expulsados del COAC por la norma que obliga a presentar un repertorio inédito y otro año se quedaron fuera por inscribirse a destiempo... que lo que no le haya pasado a la comparsa de Córdoba.
Pues eso, que tienen infinidad de motivos para avinagrarse, para quejarse y lamentarse, para renunciar. Pero otro año están aquí, con su tómbola, repartiendo salud, dinero y amor. Y coplas
