miércoles, 16 de octubre de 2013

Qué se puede robar y qué no de un hotel

 Etiqueta para cleptómanos: Qué se puede robar y qué no de un hotel
La teoría moral y hotelera dice que solo se pueden llevar toiletries y quizás, el bolígrafo y el el bloc de notas (publicidad leve pero gratis). La realidad dice que el huésped se lleva todo lo que puede sin sonrojarse. Y el límite del sonrojo es muy amplio. Todos tenemos un cleptómano dentro más o menos reprimido y el hotel es su campo de juegos. Se roba porque uno se siente con derecho: si pago, algo me corresponde, parece ser el perverso razonamiento. También porque no hay detector de seguridad a la salida.
Una importante cadena de hoteles española cuenta que los huéspedes se llevan lamparillas de lectura, cuberterías del restaurante y hasta carteles identificadores del desayuno. Las bombillas son también muy codiciadas. Nota mental: pensar qué circuitos mentales tiene alguien que desenrosca una bombilla de un hotel y la mete en su bolsa de viaje. Dejemos las cosas claras, enemigos de la ajeno.
SÍ SE PUEDE
- Las toiletries o amenities del cuarto de baño: el hotel cuenta con ello. Si nos alojamos en un lugar estupendérrimo podemos hasta llevarnos nuestros productos de casa para ni rozar lo del hotel. Pero, ¿dónde está el límite? Si dormimos cuatro noches ¿puedo guardarme cada noche cinco botecitos y cuatro pastillas de jabón? El límite lo marca el sentido común y el tamaño de la maleta. Algunos hoteles plantean otra fórmula: ofrecen mucha variedad de productos y de tamaño grande. Se pueden usar sin control pero si se quieren hay que comprarlos. Todos los Soho House lo hacen. Y hacen bien.
- El bolígrafo y el bloc de notas: todo aquello que sea pequeño y tenga el logo del hotel. Se puede y hasta se debe. Así haremos marca. Hay hoteles que cuidan con esmero la papelería como The Langham, en Londres. Tengo varios bolígrafos y hasta las tarjetas que indican el tiempo del día siguiente. El buen diseño es irresistible hasta para huéspedes controladas como yo.
- Los bombones que colocan en la almohada en el “turn down, cuando preparan la habitación para el sueño. También la fruta o los frutos secos. Se pueden comer. Guardar la fruta es cutre. Llevar los bombones a mamá no.
- La botella de agua. Depende. Si lo indica con claridad sí. Si no, nos pueden exigir pagarlo a la salida. Como regla general, todo lo que lleva delante las palabras complimentary, gratis o free.
- Bonus tracks. Hay hoteles que, generosos, ofrecen amenities extraordinarias que sí podemos llevarnos. El Conrad de Tokio tiene pequeños ositos de tela, La Mamounia ofrece Havaianas para bajar a la piscina y en el Mas de Torrent (Girona) es posible guardar en la maleta un ramillete de hierbas aromáticas de su huerto.
DUDAS:
Las revistas, las zapatillas y las bolsas de tela de ropa sucia y/o zapatos entran en la categoría de “podría ser pero lo voy a pensar y/o hacer con timidez” . De nuevo, el sentido común, el menos común de los sentidos, manda. Si nos enamoramos, habrá que hacerlo. Si podemos vivir sin ellos, mejor dejarlo.
NO SE PUEDE:
- Toallas. NO. Y ya. Sin discusión. En Holiday Inn realizaron un estudio en 2008 que mostraba que había desaparecido más de medio millón de toallas. Decidieron rentabilizar esto: por cada huésped que contara online que se había llevado uno donarían 1 dólar a una ONG. Se llamó el “Día de la Amnistía Toallera”.
- Albornoces. Son los primos de las toallas y tampoco. Ni siquiera esos aterciopelados y de la talla apropiada que hay en los Mandarin Oriental. Esos, menos.
- El secador o las planchas del pelo. Un secador vale 20 euros y unas planchas se pueden pedir a los Reyes Magos. Tampoco.
- Los libros: Son para leer. Sin embargo, algunos hoteles como el Rough Luxe de Londres invitan a que el huésped, si está enganchado en la página 45, se lo lleve. Se leen (con las manos limpias) y se dejan en su sitio.
- Huelga decir que no se pueden llevar los iPad y iPhones que funcionan de mando a distancia, las flores, la cafetera Nespresso, las almohadas (lo sé, son cómodas) ni la Biblia de la mesilla. Ni la mesilla, aunque sea de Eileen Grey.
Ahora llega el momento de confesar: una vez me llevé (lo siento, chicos) una servilleta de tela preciosa del Hotel Habita de Mexico DF. También una taza del Soho Grand de Nueva York. Fue, en ambos casos, por error; estuve a tiempo de enmendarlo pero no me dio la gana. A día de hoy los uso para desayunar y me acuerdo, cada mañana, de esos dos fantásticos hoteles. Hoteles que, basándose en mi desvergüenza, siguen haciendo marca. Que mis nefastos actos no sean modelo para nadie, por favor.