martes, 27 de septiembre de 2016

Sus propiedades alivian diferentes dolores digestivos y mentales
















La planta que todos conocemos por la famosa corona que confeccionaban los romanos y los griegos con ella sirve para muchas cosas más. Ya por aquel entonces eran conocidos sus efectos calmantes, expectorantes y relajantes que alivian la inflamación y la congestión nasal. El laurel posee principios activos y aceites en sus hojas, como el cineol, que posee propiedades antibacteriales, antitusivas y anti-bronquíticas.
Antes de que las personas recurrieramos a medicinas y farmacias con tanta frecuencia, la gente utilizaba remedios más o menos eficaces y más naturales para tratar enfermedades, también fortalecían el sistema inmunitario, la resistencia al dolor y la entereza mental. No se queda corta tampoco en las propiedades digestivas y hepáticas, que mejoran la digestión y reducen los gases si se añade en las comidas.


El linannool, un aceite esencial que también está presente en sus hojas, tiene grandes propiedades relajantes y es muy efectivo para controlar la ansiedad y el estrés, combatiendo también la migraña que producen. Para poder beneficiarse de estos activos, basta con quemar la hoja seca sobre un bote, dejando que el humo se distribuya por la habitación. El humo no se debe inhalar, sino que sólo sirve para perfumar ligeramente el ambiente a modo de incienso.


Es importante asegurarse de que podemos controlar la quema. Para ello, se ha de poner sobre una mesa despejada y sin ningún producto inflamable, pues la hoja seca prende con facilidad. Lo mejor es quemarla sobre un tarro con un poco de agua y sujetándola con unas pinzas para asegurarnos de no sufrir quemaduras. En unos minutos, al liberarse los olores, se comienza a sentir el poder relajante.

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