jueves, 15 de septiembre de 2016

De la mano del verbo

 
Calixto Torres, cordobés del 67, editor tenaz y coordinador de la revista “Suspiro de Artemisa”, es también poeta de probada trayectoria que ahora corrobora con una nueva entrega, “La voz del otro yo”; que inaugura la colección Alma, de Detorres Editores.
     Lo primero que se advierte al adentrarse en estas páginas es de que el autor no nada, ni por supuesto se sumerge en las “subordinadas aguas de la docilidad”. Su verbo es rebelde y retador, y su verso, liberado de metro, ritmo y rima, -incluso de mayúsculas y de signos de puntuación- “hiere a la palabra en su raíz”. Escribe: “testando la suerte híbrida/ de gesto desacorde/ no temas al regreso/ no acoses al pecado/ paladea el silencio del otro yo”. Ese otro yo se hace muy presente en su escritura, que toma del magma bipolar sustancia y desenvoltura.
Otro yo. Otro río. La otredad se instala en el noúmeno del ser pensante y sintiente y desde allí impulsa una fluencia transversal, “sin realidades pactadas”, que se apodera del todo, pero que permite compuertas reveladoras, por las que afloran anhelos, experiencias, evocaciones, relámpagos de lucidez, propósitos, memorias que desbordan al poeta y llegan a paralizarle: “permanecí tras la nada tras la ausencia”, confiesa.
     La libertad creadora y expresiva que caracteriza el ya señalado hacer de Torres, no le impide estructurar su libro en tres apartados: “la voz del otro yo”, “vestigios de casi todo” (en un epílogo, lo denomina “despojos de casi todo”) y “menos que nada”.
En tal epílogo, titulado “Modus vivendi de `La voz del otro yo´” -¿modus operandi?-, Torres se detiene en cada una de esas tres partes, glosando su motivación y su esencia: “La percepción de la otredad -concluye- se alinea al lenguaje revelado evidenciando la racionalidad de una voz intencionada”. La tripartición que -pudiera parecer- sirve para separar los poemas, acaba agrupándolos, porque no hay rupturas, no hay saltos desmedidos, sino una continuidad textual y estilística, adhesionadora y enlazante: “el silencio de una mirada/ puede llegar a quitar la vida/ sólo guardo un sueño una pizca de arresto/ un deseo solamente un deseo acaso perdido/ si la niebla amaina/ todo será más llevadero el camino/ apremiará en su cordura/ sangran mis pies/ entre piedras avanzo/ en la falsedad desnuda del pasado”.
     Calixto Torres ha querido recrear un inventario de instantes personales y cómplices, donde se dan cita el vitalismo y la soledad, el fulgor y la nada, la agitación y la derrota, lo cual deviene en un cántico  que respira desde la intimidad de un yo poético que pretende alcanzar la esencial astucia que esconde el conjuro invertebrado de las palabras, “siempre a la espera del más osado, del más/ complaciente e infiel de todos los deseos”.
Al hilo de estas consideraciones, cabe añadir lo que Bartolomé Delgado, en su amplio prólogo, llama “un sistema de columnas sobre el que se asienta toda la arquitectura del libro”.
     Libro que a veces te sume en la meditación, y a veces despierta en su bravura semimágica, y en donde ”lo mejor queda en depósito”. Y hay que saber abrirlo, para poder gozarlo.

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