jueves, 14 de enero de 2016

BIENVENIDOS AL MUNDO REAL



BIENVENIDOS AL MUNDO REAL

De toda la vida de Dios nosotros, los del capite censi, los parias de la tierra, la famélica legión, hemos tenido fama de piojosos, de malolientes, de leprosos, de portar la peste y el mal de ojo por los caminos del Señor… Así nos ha contemplado siempre cierta clase social española, de sangre celestona, sin patrimonio ni lustre, que hunde sus raíces en fijosdalgos carent...es, buleros, capellanes, delatores inquisitoriales, alguaciles… Un remedo de clases medias desposeídas, hambrientas y desilustradas desde los tiempos de Lázaro de Tormes.

Aunque fueron tuertos y reyes en el país de los ciegos, son irrelevantes desde antaño, pero insisten en ignorarlo, aferrándose a troníos y cargos que porten lucimientos, influencias y posibles. La política siempre ha sido un filón para estas clases, como la Iglesia, la justicia, el ejército… A falta de talentos naturales, valor, erudiciones o modales adquiridos, el sujeto de esta clase siempre esgrime a un tío canónigo, un pariente magistrado, un abuelo comandante de Artillería, un marido asesor de Gobiernos de derechas… Y buenas influencias.

Doña Pilar García-Cernuda Lago Calleja Fernández, por ejemplo, luce la medalla de ser hija de un famoso dirigente falangista y nieta del editor y escritor don Saturnino Calleja, el de los cuentos. Con eso en España sobra todo, hasta la educación, y como esta señora en su ignorancia cree serlo todo, mira al proletariado en el Congreso por encima de la nariz, como los patricios a la plebe: “¡Qué falta de educación! Cómo huelen, con las personas humanas que hay aquí… ¡Limpieza, limpieza!”. Porque ellos, los fijosdalgos, siempre huelen que trasminan: cagan jengibre en flor, mean fragancias de Loewe y sudan esencias de Chanel.

Así son los Borjamaris. Doña Celia Villalobos, otra que tal baila, ha entrado en pánico al ver al pueblo llano paseando por los pasillos del Congreso y ha temido un asalto de piojos bolcheviques, porque los rojos, siempre hambrientos, sucios y descamisados, atesoran casi tantos piojos como su marido billetes negros. Pero así es la vida. ¿Les repugnan las rastas? Es lo que hay. ¿Les repele la ropa barata? Es la más consumida. ¿Les incomoda la estética? Lo lamentamos, esa es España, la España de la calle.

Desde hace mucho tiempo es esa España que los fijosdalgos y Borjamaris no están acostumbrados a ver, siempre encastillados en sus mundos de Yupi. Esa gente que trabaja, contribuye, batalla y se lo quita de la boca para sostener España y mantener golfos por encima de sus posibilidades –y lo sabrían si viajaran en metro-, viste así, se peina así, actúa así, habla así y huele así, a persona, y ahora esa gente está en el Congreso, sin trajes de Armani, sin brillantinas y sin pellejos de El Corte Inglés, tal como somos. Bienvenidos al mundo real. Váyanse acostumbrando a España. Buena suerte.

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