lunes, 13 de abril de 2015

El rinoceronte gris


Miguel Ángel Toledano
13/04/2015
Miguel Ángel ToledanoLos perfiles que antes eran borrosos aunque esperanzados, han ido degradándose hasta inquietarnos de manera creciente y convertirse de forma gradual en una pesadilla. Al principio recibimos un bufido insano, que fue creciendo hasta convertirse en intensos resoplidos, un sobrecogimiento golpeando el pecho y la respiración, el latido sordo de un rinoceronte que se acerca. Hasta que sentimos incrustado en nuestras vidas el miedo, el dolor. Crecemos a través del dolor y las experiencias difíciles, nos dicen. Y sé que hay quienes mantienen esa idea incluso como un modo de mantenerse atentos y erguidos, para no doblegarse, ni desfallecer. Pero el dolor no sirve para nada. El dolor está ahí, impertérrito y acechando a cada momento, esperando a que nos descuidemos para desquiciarnos, pero no tiene nada de salvífico, nada de enriquecedor, nada.
Mientras la vida se ofrece como un proyecto interesante, nosotros nos sumergimos en el afán de cada día y, en cuanto hay ocasión, procuramos disfrutar plenamente de su ebullición. Pero ahora, cuando parece que el cielo está a punto de desplomarse sobre nosotros, en una situación como la que estamos viviendo, hay que luchar sin desmayo para salir de esta estafa, y sin olvidar que los problemas de la vida y la muerte están siempre presentes, con crisis o sin ella. No nos confundamos. No hay que coquetear nunca con el dolor. Ni con lo negativo. El miedo suele ser un arma del poder para tener atenazada a la gente y la desconfianza se produce cuando los ciudadanos no pueden confiar en quienes supuestamente les representan.
El rinoceronte sigue embistiendo. Y puede que su crueldad aumente en el tiempo que le queda. Ya no bastan las palabras: la única forma cívica de la virtud es ser valientes y no dejarse avasallar. Nadie va a venir a sacarnos de aquí. Hay que ser fuertes, resistir con convencimiento. Y no olvidar que la cuestión fundamental es vivir y evitar el dolor. El dolor es un mal siempre. Algo que no merecemos. Por eso me parece esencial volver sobre el sentido de la vida. Una vida que se ha abaratado hasta límites insospechados, y, aunque nos repiten que ya estamos para remontar, ahora ya sabemos que, sin el cuidado más atento, ese anzuelo acaba siendo un aguijón contra el bienestar de las personas. Y que no se trata de tener mucho, sino de desear lo que verdaderamente se necesita. Y tener oportunidad de ganarlo, y de disfrutarlo. Y sentirse agradecidos. Porque lo más malo, lo peor, es que después de este inmenso escarnio, no hubiésemos aprendido nada.
* Profesor de Literatura

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