martes, 2 de diciembre de 2014

El lado oscuro de las barbies, las muñecas que andan entre el sexo duro y la sangre










Sangre, sexo duro, subversión... Son algunos de los términos para describir el trabajo de Mariel Clayton, una fotógrafa canadiense cansada de soportar la imagen estereotipada, superficial y sumisa de la mujer que el patriarcado ha grabado en las sociedades.

Basadas en el mundo de las miniaturas japonesas, Clayton crea unos espacios surrealistas en los que las protagonistas son barbies que no buscan trapitos ni son fervorosas de la cirugía estética ni se montan familias tradicionales.

Dice que la vida es en muchas ocasiones un lugar jodidamente desastroso para la mujer y que nunca viene mal reírse de ello de manera colectiva para combatirlo mejor. Porque los juguetes, con esa carga de sexismo que suelen traer de fábrica, son uno de los pilares de la cosificación de la mujer. Y las barbies ñoñas son, quizá, las más culpables.