martes, 7 de mayo de 2013

Una investigación estrambótica de los crímenes del Museo de Cera de Madrid



Fresquita Dundee posa con el Jefe de Estado en ejercicio y el autor, con el anterior.

Nunca tendrá el empaque del Museo del Prado ni tantas visitas como el Museo del Real Madrid, pero en el ranking de museos insólitos de la capital el Museo de Cera ostenta un liderazgo imbatible. Nuestra afición por el universo de las pinacotecas del cerumen es bien conocida por los fieles de Strambotic, así que la visita relámpago a Madrid de la conservadora jefe del Museo de Cera de Benidorm, Fresquita Dundee, fue la excusa perfecta para aventurarnos en el lúgubre mausoleo de las persoceras.

¿Qué fue de la figura de Marichalar?, ¿qué destino le espera a su exconcuñado, Urdandarín? ¿lleva bragas Arantxa Sánchez-Vicario? Las respuestas a estas y otras muchas preguntas en este estrambótico recorrido por el Museo de Cera de Madrid.



La Familia Real

Cada vez son menos, pero los Borbones siguen ocupando un lugar prominente en el Museo de Cera, hasta el punto que su Majestad, Juan Carlos Primero, aparece no una sino dos veces, como el primer español que es. Desmesurado, solemne y un poco abotargado, la figurota del Borbón convive con sus antepasados y su mentor, el Generalísimo, en la sala de los Jefes de Estado, mientras su segundo avatar da la bienvenida a la entrada acompañado de su mermada familia: la reina Sufría, Felipe y Leti, a quien los modeladores han concedido inopinadamente un palmo extra de estatura.

A una distancia prudencial, por lo que pueda pasar, están las infantas, acompañadas por la clamorosa ausencia de sus respectivos. “A Cristina no le han puesto muchas tetas”, apunta Fresquita. ¿Y dónde está su esposo, el imputado Urdangarín?, ¿acaso le han enviado ya a la improbable Galería de Cera de Qatar? “Le hemos mandado con los deportistas”, nos informa una empleada del museo, un trasunto de perso-cera de Whoopie Goldberg.

Efectivamente: allí le encontramos, con Perico Delgado, Sito Pons y otros ases del deporte español, aunque vestido como de casual friday en Telefónica. “¿Pero qué hace aquí?” -exclama mi acompañante- “Si parece el portero de la sala del terror”. Nos tememos que a Iñaki le espera el destino de su homólogo Jaime de Marichalar, cuya figura hirvió en el fuego eterno, como Terminator II, después de su humillante vuelta por la plaza de toros del museo.

Los crímenes



Deportistas españoles que gritan: Casillas y Nadal.

Rafa Nadal no se merecía esto. Inmortalizado en una mueca que pretendía expresar la rabia por haber ganado un set a Djokovic pero que más parece un rictus de dolor por un uñero. A su lado, Arantxa, nuestra Arantxa, luce tremendo pernil, culminado en sus características bragas de manga ancha, como muestra Fresquita en la foto.



El presunto Clint Eastwood guarda un sospechoso parecido con Miguel Angel Rodríguez, aunque peor parados salen otros compañeros de la ficción, como Christopher “Superman” Reeves, y Frodo Bolsón, sólo reconocible por acarrear el dichoso anillo y llegarle al codo a Gandalf. Los mismos que regalaron centímetros a Letizia no tuvieron miramientos con el hobbit. Sin embargo, el mayor crimen del museo es una versión famélica de Rambo, arrinconada en la pirotecnia, del Pasaje del Terror, del que hablaré más adelante. Pero antes, vayamos con las loas.

Los aciertos



Fresquita: Bieliber y Bisbalieber.

Hay que reconocer que los artesanos del cirio van mejorando con el tiempo. Recientes incorporaciones como Antonio Gala o Vicente del Bosque son netamente superiores a compañeros de sala, más casposillos y peor vestidos, como Camilo José Cela o Carlos Sainz, respectivamente. Pero si tuviéramos que llevarnos dos figuras a casa, con las que engatusar a nuestros invitados, estas serían las de George Clooney (probablemente, el mejor George Clooney de cera del mundo) y Justin Bieber, ante quien Fresquita no pudo reprimir un “¡soy una bieliber!”. Tal cual.

El Pantone de los negros



No abundan los negros en el Museo de Cera. El token afroamericano lo integraban sólo dos: Barack Obama y Michael Jordan. Tuvimos la sensación de que el tono de piel de Jordan, tal vez por un prejuicio de índole deportiva, era mucho más oscuro de lo que le correspondía, mientras el presidente tenía un leve bronceado, no más mulato que un José Vélez. Preguntamos a un restaurador que acarreaba esprays sobre el particular pero nos aseguró que el Pantone se establecía “científicamente” a partir de fotos de gran calidad. Si él lo dice…

El Pasaje del Terror



El Museo de Cera reúne extraños compañeros de cama.

La unanimidad reinó entre nosotros hasta que entramos, o más bien, salimos del Pasaje del Terror. A Fresquita aquel recorrido en vagoneta le pareció “una estafa”, pero a mí me resultó fetén. La verdad es que no daba mucho miedo, pero hay que reconocer al museo la inteligente jugada de haber agrupado en el recorrido a algunas de las figuras menos logradas de la colección, como Chewbaka (¿cómo harías tú un Chewaka de cera, eh?), Tiburón devorando un niño, que bien podría haber sido un maniquí de la planta joven del Sepu, y al citado Rambo, para quien debieron de tomar de modelo un YouTube de Santigo Urrialde, disparando al espectador con su ametralladora. Inteligente, digo, porque merced a la penumbra, las luces esteroscópicas y la vertiginosa velocidad del carricoche, resulta casi imposible apreciar las imperfecciones de los muñecos.



En definitiva, un museo que usted no debería perderse. Ah y… ¡felicidades, Fresquita! ¡Vuelve pronto!



Fresquita, convidando a los Alcántara a Codorniú.

Hay más cera de la que arde:

-Los crímenes del Museo de Cera

-Un clamor por la reapertura del Museo de Cera de Benidorm

-La invasión de las perso-ceras