Baltasar Garzón participa en la presentación de 'Valientes', obra de Natalia Junquera, sobre los asesinados de la Guerra Civil Española y sus supervivientes

Todo empezó en septiembre de 2006 cuando EL PAÍS envió a la periodista Natalia Junquera a Lerma, localidad burgalesa, donde se iba a abrir una zanja para sacar a la luz los esqueletos de asesinados después de la guerra. Había una hilera de huesos perfectamente colocados y Junquera se impresionó ante la pregunta de una mujer al forense que llevaba la investigación. ¿Cuál es mi padre?, preguntaba la mujer. “Nunca vi a ningún juez en las muchas ocasiones que fui a hacer informaciones sobre situaciones similares; salvo a Baltasar Garzón”, ha dicho Junquera.
Valientes, muy valientes, son las personas, los descendientes, de las víctimas con las que la periodista se ha encontrado en estos seis años de testimonios de intenso dolor que figuran en el libro. El intento de agasajar a Garzón por parte de los familiares fue cortado suavemente por el jurista que ha querido despojarse de protagonismo para que fueran los familiares de las víctimas quienes hablaran, se desahogaran. Pero él ha dejado un alegato contra el Gobierno actual porque “primero sibilinamente y después descaradamente" ha cortado toda ayuda e iniciativa para ayudar a encontrar a los muertos. Además, de las ayudas materiales, en España se continúa sin poder hablar de reparar la memoria de los vencidos. La Ley de la Memoria Histórica, impulsada por el anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, supuso un avance aunque con muchos tropiezos y, al final, con vacíos legales que dificultan enormemente la búsqueda, localización y exhumación de cadáveres. Y de reparación de la memoria, ni palabra.
"En España ni siquiera ha habido un amago de formar una Comisión de la Verdad; no ha habido una iniciativa para reparar a las víctimas, salvo alguna comunidad autónoma de forma excepcional”, ha recordado Garzón. Sí, todo han sido excepciones porque la norma general pasa por la obstaculización de los trabajos de las asociaciones de las víctimas y la escasez de asistencia. “Desde la ley no se está dando ayuda ni cobertura a las víctimas”, ha lamentado Garzón, absuelto por este caso pero condenado y apartado de la judicatura por las escuchas a los abogados del caso Gürtel.
Invitados por Garzón y por Junquera, algunos de los presentes narraron la historia terrible de sus padres, de sus madres, de los huérfanos, de los supervivientes del franquismo, una vez que los ganadores se llevaron de casa a sus progenitores para asesinarlos. Las cartas de algunos de ellos, cuando ya estaban en capilla, a punto de ser fusilados, se recogen en esta obra. No solo se cuenta la historia de la batalla silenciosa, primero, después con voz, para sacarlos de las cunetas, sino también de los descendientes de los perdedores, de cómo han sido sus vidas durante el franquismo después de que a sus padres los mataran por no renegar de la República, del sistema legitimo que fue asaltado. Uno de los asistentes lamentó en alto que nunca su madre, fallecida hace meses con más de 90 años, pudo contar lo que pasó la noche que se llevaron a su padre porque "lloraba sin parar, nunca ha dejado de llorar". Por la reparación de la memoria de todos ellos, “merece la pena seguir peleando”, ha concluido Garzón. Solo porque se reconozca que estos asesinados no cometieron ningún delito. La autora del libro ha querido dejar claro que durante estos años de trato intenso con los supervivientes jamás vio “ánimo de venganza”, ni “afán de ganar la guerra setenta años después, como se decía en Madrid, y desde algunos escaños del Congreso”. Querían enterrar a sus muertos y poner un nombre en la lápida.
ANABEL DÍEZ
Fuente: www.elpais.com