jueves, 15 de diciembre de 2016

DE GRITOS, CAZAFANTASMAS Y OTROS DOCUMENTOS DE PALACIO

    Resultado de imagen de juan jesus luna biblioteca de fernan nuñez

    Hace ya varios años que, el que suscribe, realizando sus labores como responsable del Archivo Municipal y... ayudado por dos componentes (componente y “componenta” para aclaración de los que se resisten a utilizar el genérico) de la Asociación Cultural “De los Ríos” trabajó, encerrado hasta bien entrada la noche, en el ahora rebautizado Palacio de los Gritos, antes Palacio Ducal de Fernán Núñez.
    Con aquella ardua labor se consiguió rescatar y de paso reclasificar la documentación que aún se conservaba en Palacio. Los “papelajos”, como algunos denominan, constituían el exiguo resto del otrora magnífico Archivo Ducal que a principios de los ochenta fue vendido por kilos a un chamarilero.
    Queramos o no, esos “papelajos” vienen a ser un pilar fundamental en la historia de nuestra querida, pero a veces poco agradecida, Villa. Si bien es cierto que trabajar en unas condiciones de humedad, luz, frío y desangelo no resultaba del todo agradable, es de agradecer que en ningún momento fuésemos molestados por entes del más allá, ni desconcentrados por gritos de ultratumba. Ciertamente, el espíritu de los habitantes de la casa Ducal estuvo presente entre nosotros, pero en forma de palabra escrita.
    Cuando finalizó, por temas laborales y domésticos, la ayuda de la Asociación De los Ríos (para los más despistados: asociación que se dedica a preservar y difundir el patrimonio ducal de Fernán Núñez) continué la labor en la más estricta soledad de las salas de tan monumental sitio.
    Mientras expurgaba, desinfectaba, catalogaba, preservaba y trasladaba la documentación, tuve tiempo más que de sobra para rememorar mi conexión vital con un edificio tan singular y significativo como lo es el Palacio Ducal:
    De niño tuve la suerte de ser amigo de los nietos de Lucas Gallardo, Guarda de Palacio, y por ese motivo corretear por un Palacio integro, con sus salones atiborrados de cuadros, espadas y armaduras; esconderme en pasillos oscuros que se abrían en amplias cocinas atiborradas de cacharros de cobre y azulejos con paisajes; comer naranjas por jardines inmensos de rincones olvidados y fuentes de peces de colores. Siempre vigilado por la mirada de piedra de los bustos de los condes, duques y duquesas.
    Ya de joven, cuando el palacio comenzaba a denotar su decadencia, instalamos una pequeña emisora de radio en una de sus salas. Fueron muchas tardes de magazines culturales y musicales. Todo desde la pícara inocencia de jóvenes que se abrían a la vida.
    También hubo noches de rock, en las habitaciones lóbregas y oscuras, a las que doscientos años después de su construcción llegaba la tecnología en forma de guitarras eléctricas y amplificadores. Pues bien, ni invocándolos con aquella música infernal logramos JAMÁS contar con la presencia de los fantasmas que dicen que “andurrean “por aquellos lares.
    Ahora, con el paso del tiempo y algunas canas añadidas, regresaba a un Palacio ya más demacrado, para rescatar de los insectos la poca, pero nuestra, de todos, documentación que allí quedaba. Y como todo trabajo y desvelo tiene su recompensa, casi de casualidad, empaquetada junto a papeles administrativos apenas sin importancia, se ocultaba una pequeña joya:
    Un documento de 1523. Un documento que se convertía de repente en el más antiguo del Archivo Municipal.
    Después de transcribirlo al castellano moderno, con la ayuda de un Historiador del lugar con conocimientos paleográficos más amplios que los míos, pudimos concluir que se trataba de una carta de poder para mediar en un pleito con el vecino pueblo de Montemayor.
    Gracias a este “papelajo” conocimos los nombres de los gobernantes de la época y sobre todo, pudimos dar un salto atrás de doscientos años en nuestra historia.
    Por supuesto la difusión de tal noticia no tuvo la repercusión que pueda tener la historia ponzoñosa y cutre que se han venido a montar los de Cuarto Milenio, con la ayuda desinteresada de los cuatro pardillos que siempre nos ofrecemos a prestar nuestra imagen en todo lo que sea la difusión de nuestro pueblo.
    No, la verdad es que JAMÁS he tenido la suerte (ya me gustaría) de conectar con el más allá. Cuando esto pretendo, hago uso de los escritos de Allan Poe, de Lovecraft o de Becquer.
    Con ellos sí que se consiguen experiencias extrasensoriales, no con historietas que afianzan su rigor aprovechando tomas falsas de colaboradores que cada vez estamos más hastiados de tanto baratillo intelectual.

    Juan Jesús Luna Jurado
    Bibliotecario y Archivero Municipal

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