miércoles, 25 de febrero de 2015

CUENTO DE CONTABILIDAD



CUENTO DE CONTABILIDAD

A lo largo de la historia, España ha parido a grandes contadores de cuentos, gigantescos cuentistas cuyo talento laurea nuestro legado literario dejado al mundo. Somos un pueblo de contadores de hermosas mentiras, que es donde reside el tino de los cuentistas, en embellecer las mentiras urdidas por su imaginación; si contaran mentiras basadas en realidades, no serían cuenti...stas sino tertulianos de 13TV o portadistas de La Razón o del ABC, del cual tengo un premio de cuentos, lo confieso.

Sería interminable la lista de cuentistas españoles, somos tantos… Los de tercera división, los desterrados de las editoriales, nos fijamos en cómo lo hacen los de segunda; los de segunda en los de primera; los de primera y el resto, en las grandes estrellas del género, en aquellos maestros de raza y estilo indiscutibles, capaces de convertir una simple tragedia en una grandiosa epopeya. Uno de ellos es don Mariano Rajoy Brey, quien hoy ha demostrado su talento como urdidor de historias ante el selecto público de España.

Hay cuentos de muchas clases: de ciencia ficción, de amores, de guerras, de venganzas y pasiones, con desenlace predecible, con sorpresita final… Pero el ingenio de Mariano Rajoy ha roto los esquemas tradicionales del género: ha contado un cuento de contabilidad. Nada más. La trama y los personajes eran tantos por ciento, primas de riesgo, informes bancarios, porcentajes de esta estadística y de aquella, índices buenos y malos… Números van y vienen. El escenario de la trama: un país arruinado por el dispendio ciudadano, amenazado por el populismo y por fortuna salvaguardado por el protagonista: él, y por su arma secreta: la contabilidad.

Una mediocridad, en el fondo, pero cabe reconocer que el cuento de contabilidad es novedoso, aunque la historia, como era de esperar, no ha calado. Algún crítico se puso farruco y don Mariano lo echó de allí como un mayordomo a una criada bisoña: “Váyase y no vuelva usted por aquí”. A ningún escritor nos gustan los críticos, pero esa reacción es censurable incluso en un cuentista de su talla. Yo no despacharía así ni a Marhuenda.

Los lectores esperábamos un cuento más veraz de una pluma como la suya, algo con más enjundia, más próximo al gentío, más cercano a Dickens que a Ángela Merkel, porque el país del que hablaba emula escandalosamente a los escenarios del primero, pero él, como cuentista superlativo, se inclinó por el cuento de contabilidades, aburridísimo, larguísimo, carente de acción, lleno de cifras… Para concluir que en aquel país envidiado por sus vecinos, la gente iba por las calles entre cánticos y risas, engordando sin moderación, despreciando al paro, celebrando el progreso, prodigando optimismo, piropeando a los bancos… Y todo gracias a la contabilidad. No, don Mariano será un genio del cuento, pero este no ha calado.