
Y una de las causas del desconocimiento, decían, era su oscuridad. Desde Garcilaso de la Vega ya se afirmaba --como ha recordado hace muy poco el profesor Rico-- que a sus versos había que entrar con antorchas para entenderlos. El único problema que se nos plantea es que si damos de baja a los poetas oscuros que ha habido desde entonces, nos quedaríamos sin poesía. Directamente. La poesía permite interiorizar la historia en lenguaje poético, y eso consiste en creación y revelación, no en información. Entre el entorno y el lenguaje, yo me quedo con el primero, pero sobre todo con el lenguaje. Decía Claudio Rodríguez, uno de los grandes de la segunda mitad del XX, que más que lenguaje, música. Y, efectivamente, el pensamiento poético tiene su origen en una forma de música --la mousiké de los griegos, el arte patrocinado por las Musas-- no en una reflexión.
Por otro lado, no conocemos el pensamiento poético hasta que nos lo dicen las palabras. Pero esa manera de cuajarse que debemos a la poesía no busca la oscuridad, sino la entrevisión, la adivinación. Y creo que eso lleva siendo así miles de años. Comprendo todas las reservas, pero creo que no viene mal recordar que la verdadera poesía habla de lo desconocido, sirve para decir lo que no se puede decir. Poesía es lo que solo se puede decir en lenguaje poético y no es traducible a lenguaje coloquial. La poesía es un hallazgo. Toda la literatura, pero la poesía en particular despierta un sentimiento de proximidad, nace del cuidado de la escritura, transmite transparencia y temblor y, cuando es auténtica, nos permite ver luminosos fragmentos del mundo.
Profesor de Literatura