miércoles, 24 de julio de 2013

La verdad vertical


MIGUEL ÁNGEL TOLEDANO. PROFESOR DE LITERATURA 22/07/2013
También hoy todo parece demasiado lejos. Se diría que todo se desploma y parece que nadie lo oye,
que nadie escucha aquí. Y sin embargo hay muchos que recuerdan, que respiran, que resisten. Y otros que aguardan y piden calma a las gentes de bien evitando el desahucio general. Hay algo en el aire que presagia algo nuevo: un sentir que se nutre en el corazón de hombres distintos. Aún no se oyen, pero se están poniendo de pie, poco a poco, gentes pacíficas y lúcidas, comprometidas y atentas, que aguardan en silencio la señal para emprender el camino que alimente la vida y amplíe el horizonte del existir, la señal para abatir los límites de la tormenta.
Entre tanto, hay poetas mayores que atienden el llanto de los suyos expresando una metáfora sobre su propia existencia. "Definitivamente, me he sentado a esperar a la muerte como quien espera noticias ya sabidas", afirma Antonio Gamoneda en uno de los poemas de su último libro. Alcanzada ya una edad, el poeta encara el final, celebrando, no sin inquietud y melancolía, la ceremonia del adiós. Dejar fluir el cauce de la memoria cuyos desordenados recuerdos hilvana mediante la luz, principio y fin de todas las cosas. Una convocatoria luminosa para que se produzca la transparencia, la encalmada quietud, el despojamiento, la desnudez, la revelación. Nos lo explica identificando el origen de algunos poemas, varios artistas y escritores que le han aportado su búsqueda de la verdad vertical, la nada original. Entre ellos, al único que nombra es a Vermeer, como autor del cuadro La lechera , porque, según Gamoneda, el pintor holandés "puso en las manos de una muchacha antigua estas suaves materias que nos perdonan y permiten reposar vertebrados, desconocer, mentir, envejecer, ignorar algún tiempo la afilada pureza de los límites".
Hay otro poema, que se inicia diciendo: "Esta mañana me he adentrado en mí", y enigmáticamente concluye: "Yo amo otras palabras: las palabras inmóviles. Hierve en mi lengua su verdad ajena a los significados-". Se refiere a las que conjuran la indescifrada verdad de la raíz, las palabras aún no mancilladas, profanadas, por el uso; las únicas capaces de hacernos retroceder a la intempestiva pureza original, hacia el portal de la luz, hacia el esperanzado, esperado alumbramiento de un mundo siempre recomenzado.