lunes, 27 de mayo de 2013

Lástima de bueyes

MIGUEL ÁNGEL TOLEDANO. PROFESOR DE LITERATURA 27/05/2013  

Soy como un toro bravo, me crezco con el castigo. Esas fueron las palabras textuales de un manso que no había dejado de embestir desde que le encargaron que arrasara la educación, que arrasara la cultura, que no cejara en el empeño y, de paso, extendiera el miedo por doquier, el miedo que infunden los animales castigados y espoleados sin cordura y sin sentido, hasta provocar el pánico. Porque, una vez que se ha cerrado el círculo, qué armas o medios quedan para que las personas decentes y docentes puedan protegerse de ese espanto. Y en esas estaba cuando aparecieron los papeles donde el tesorero en diferido anotaba las entradas y salidas, los sobres directos. Y entonces la información mandó parar.
Suponemos que se imponía un receso, no una tregua, un parón de las acometidas, un pasmo o interludio de no saber qué hacer ni qué decir, mejor un ligero mutis por el foro- Hasta que volvieron los días laborables y, cegado por la reparación del descanso y armado de nuevos y vigorosos bríos, regresa al ruedo como animal bravío que embiste sin pausa --no importa que entretanto casi todo se haya desplomado, sino muy al contrario, la mejor defensa, ya se sabe-- hasta que, esta vez manteniendo la sordina, y tras otra huelga general y un amago, consigue que se apruebe esa ley de educación (sic) y, al acabar el tercio de varas y la estocada, se vuelve y sonríe mirando hacia abajo, o hacia un lado, nunca de perfil, con una sonrisa abotargada y triste y mansa.
¡De qué se reirá este hombre! Porque este ministro, el ministro peor valorado, es teóricamente el encargado de una ambiciosa reforma educativa que hubiera requerido de fortaleza política y el más amplio apoyo social, y, solo cuenta con el empuje de quien acostumbra a confundir gobernar con imponer a golpe de decreto ley sin escuchar, sin dialogar, sin implicar y sin llegar a acuerdos que hagan posible el desarrollo sostenible de un proyecto de amplísimo calado que tanto hubiera necesitado de todos los sectores educativos: profesores, padres y alumnos. Y sin necesidad de dar ninguna explicación. Atentos. Alguien deberá decir basta ya a esta caterva de sobrados, de jerarcas episcopales y monaguillos en las digitales, a esta conferencia insaciable ahora regalada, a estas gentes preconstitucionales y doctrinarias. Qué lástima.