MIGUEL ÁNGEL TOLEDANO. PROFESOR DE LITERATURA 20/05/2013
Si nos adentramos en el espacio de la novela, conviene recordar a los
autores que mantienen una
trayectoria fiel a la literatura de calidad.
Carlos Barral, en una conversación privada, me confesó que hay
escritores españoles que pocas veces defraudan, como era el caso de
Marsé o Mendoza. Posteriormente habría que añadir algunos nombres, pero
sigue siendo verdad que a ellos podemos acudir siempre cuando andemos
necesitados. Hace poco he concluido "Riña de gatos", la novela de
Eduardo Mendoza que dejaba reposar debidamente de su premio y decidí
regalarme durante la última semana.
En ella se desarrolla una memorable historia sobre un tiempo crucial
de nuestro pasado reciente; un tiempo y unas circunstancias que creíamos
ampliamente superados y que, sin embargo, nos evocan constantemente a
los momentos que vivimos. Ambientada en el viejo Madrid, la novela abre
esos espacios de luz que la historiografía no logra esclarecer, y así,
su autor, ungido de una visión netamente esperpéntica, tan cerca en sus
referentes del mejor Valle-Inclán, y de "Luces de bohemia" en
particular, urde magníficamente los hilos de su trama sobre un tapiz en
que aparecen muchos de los comportamientos y formas de ser que nos son
propios y duelen, al tiempo que consigue que todos los recursos se
vuelvan invisibles, cumpliendo cabalmente su función novelística y su
sentido.
Escuchemos a Max Estrella: "El esperpentismo lo ha inventado Goya.
Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el
Esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con
una estética sistemáticamente deformada. España es una deformación
grotesca de la civilización europea-". La vida española reflejada de
nuevo en los espejos cóncavos del Callejón del Gato- A veces lo dudamos,
pero sigue siendo imprescindible la construcción de espacios imaginados
en los que buscarnos, en los que innovar y experimentar siempre, aunque
sea en momentos difíciles como los que estamos viviendo. Cuando la
realidad nos invade imponiendo su sobredosis, la literatura es un
destello y la calidad una provocación, un lugar que no podemos juzgar
desde ninguna esquina del cerebro porque viene de un lugar sin límites
ni contornos y entra por la piel en otra realidad paralela.