lunes, 11 de marzo de 2013

El tiempo en las manos

MIGUEL ANGEL Toledano 11/03/2013  
A la hora de intentar comprender lo que nos está pasando, nada tan saludable a veces como salir de nosotros mismos e ir hacia algunos de los estudiosos que miran insistentemente no sólo hacia nuestra literatura o nuestra pintura, sino hacia todo lo nuestro con ese afán de quienes nos han elegido entre sus intereses y gustos más íntimos, aunque sin haber nacido aquí. Uno de esos grandes hispanistas es el profesor Jhon H. Elliott, premio Príncipe de Asturias, que ha hecho recientemente unas declaraciones dignas de consideración. Produce escalofrío cuando evoca ese paralelismo en un reciente libro sobre la mitificación de la historia de Kosovo y la de Cataluña y recuerda que existe algo llamado generosidad; cualquier pueblo, si únicamente piensa en sí mismo y no es generoso con los otros, se perjudica a sí mismo.
Lo dice mirando a Cataluña y también a España. Y cree que, desde el siglo XVII hasta hoy, hubo muchos fallos en la política de Madrid durante muchas generaciones. Si uno compara, por ejemplo, la unión de Inglaterra y Escocia con lo que pasó con los Borbones en la extinción de las constituciones catalanas, ve una decadencia enorme. La responsabilidad es de los dos lados. Empieza con la extinción de las Cortes tanto en Castilla como en la corona de Aragón y el abandono de la España horizontal de los Austrias por aquella España vertical de los Borbones, haciendo mucho más difícil el equilibrio entre la innata diversidad de España y la unidad como Estado.
Seguimos con esa falta de equilibrio entre los dos, y así, a la incapacidad de la élite española del XVII para adaptarse a un mundo en cambio habría que añadir ahora junto a la miopía nacionalista, interesada y excluyente, de un lado, esa desorientada y errática política que nada sabe de diálogo ni soluciones de futuro, del otro. El profesor Elliot, que vivió en Cataluña como estudiante y la ama tanto como a España, considera que la Transición fue uno de los logros de nuestra historia reciente, a pesar de los defectos que ahora vemos. Por lo menos es una base desde la que se puede ir cambiando lo que no funcione bien poco a poco, pero con la buena voluntad de todas las partes. Porque nada es para siempre y aún tenemos el tiempo en nuestras manos.

* Profesor de Literatura