jueves, 27 de diciembre de 2012

Nada sabe el corazón

MIGUEL ANGEL Toledano 24/12/2012

En la cafetería hay una pantalla enorme. No sé de cuántas pulgadas, pero muy grande y colocada en el centro de unos amplios ventanales de cristal hacia la calle. Gigante y con el color muy subido, saturado. Todos los colores son intensísimos, irreales. Un cromatismo denso y virtual que sólo se suaviza en un volumen muy bajo,
casi inaudible, que permite levantar la mirada en algunos momentos, observar las imágenes y volver a la lectura o a otros asuntos más personales. Esta mañana se detecta una prisa extraña, una vorágine, y de pronto todo se detiene como a cámara lenta. Me conmueve ese gesto noble del camarero ayudando a salir a ese señor anciano que un día de estos dejará de venir a tomar café y leer la prensa.
Me he cruzado muchas veces con él. En estos días de diciembre su cuerpo ya no responde como respondía. Es como si estuviese permanentemente cansado. Todo parece mostrarle su debilidad, todo representa un esfuerzo grande. A pesar de ello, hay en su actitud algo que llama la atención y tiene que ver con un logro contra la flaqueza del ánimo. En la mesa de al lado hay una pareja. Ella es tan joven como yo no recuerdo haberlo sido nunca. Más tarde y ya en la calle, la luz irá desvelando a los amantes con sus dedos rosáceos y, tras contemplarse mutuamente, hermosos los rostros y los cuerpos, una última caricia velará para que su afán de cada jornada quede enmarcada en una luz singular, no en una impostura, en eso que algunos a veces llaman la puta vida.
Se va haciendo tarde y entonces regreso de caminar por el borde de una constelación. El tiempo no resuelve nada. Cuando se haga de noche, la luna brillará sobre los barrios ateridos, sobre los tejados de los pueblos más lejanos. El crudo viento hermoso de vivir nos empuja y nada sabe el corazón, apenas deja que sepamos. Vienen niños que miran al cielo tras cuyos cristales nadie escucha. No preguntes. Invéntales la verdad que esperabas y que no han podido o no pueden darte: tú tienes que hacerlo.