lunes, 10 de diciembre de 2012

Con los ojos cerrados

MIGUEL ANGEL Toledano 10/12/2012  
Hay sueños que se cumplen inesperadamente y otros que le colman a uno la vida cuando ni siquiera los habíamos formulado; pero también los hay que se persiguen durante años y no llegamos a rozarlos, y, sin embargo, su resplandor quimérico vuelve opaco o vulgar el brillo de lo que sí se llegó a alcanzar. Somos extraños los hombres.
Miguel de Cervantes hubiera dado todo en la vida por ser poeta; Einstein mantuvo durante toda su vida el sueño de ser músico... Ahora no vivimos tiempos de sueños. Algo ha cambiado y se ha introducido en nuestra existencia envenenándola.
Durante años recogí cada día al amanecer las palabras en el cuenco de mis manos, su resplandor, la luz que vive dentro de las sombras. Y supe recibir la impagable herencia de la belleza, la contención e intensidad expresivas, el temblor emocional ante el milagro de la vida y pesar no ante la certeza de su fugacidad, sino ante la agresión, a veces constante, de sus agudísimas lanzas, el estado de carencia que la mirada convencional elude o desconoce y el idioma, en cambio, descubre o revela. Ahora los tiempos han cambiado. El temor ha hecho su aparición en nuestras vidas. Ahora no puedes hablar con un silencio que despierte al mundo.
Sólo aparecen los reversos: sombra, olvido, desamor. Dónde ha quedado la memoria, el deseo, el gozo. Dónde la capacidad de hacer perdurable una brizna de existencia más allá del temor. No podemos seguir viviendo con el miedo instalado en la mirada, con el miedo como un enorme buey resoplando sobre nuestra nuca desde el amanecer. La mirada no se nos oscurece abruptamente sin explicación alguna. Todo lleva su tiempo: comenzamos un buen día a hablar más bajo que de costumbre, apenas susurrando, y acabamos diciendo a nuestros propios hijos que es mejor callar. Lástima. Permanecer con los ojos cerrados no nos conduce a ninguna parte. Y, sin embargo, no sé, tal vez la más pequeña luz logre calmarnos algún día.
* Profesor de Literatura