martes, 30 de octubre de 2012

El caso del delincuente honrado

 


 
El caso del delincuente honrado
El caso del delincuente honrado  
 
 


FRANCISCO GARCÍA PÉREZ Acabo de sufrir en carne propia cómo y qué bien y cuánto protegen las leyes a los profesores que se salen un pelín del camino trillado que marca el Poder. Hace unos años decidí que mis clases de Lengua castellana y Literatura en un Instituto de Secundaria podrían ser más entretenidas, estimulantes, participativas, menos latazo, en fin, si sustituía el libro de texto por un blog de mi creación en el que los chavales de 2.º de Bachillerato tuviesen a su alcance unos apuntes con todos los contenidos necesarios para bien conocer la asignatura. Sólo le veía ventajas: (1) ahorraba una pasta a las familias; (2) los alumnos accedían a vídeos y música, a presentaciones .ppt o .pps, a imágenes, a documentos word? al alcance de un clic; (y 3) podían, asimismo, efectuar consultas, notificar incidencias, enviar trabajos individuales o grupales que, una vez corregidos y con gran contento por su parte, veían publicados. Las desventajas, en todo caso, las sufría yo: (1) docenas y docenas de horas extra, ni remuneradas ni agradecidas, para crear tales contenidos; (2) desembolso económico propio para crear y mantener la página; (y 3) horas y más horas atendiendo a diario consultas, evaluando ejercicios enviados, aconsejando por escrito individual o colectivamente. Pero, bueno, todo fuese por la enseñanza, que tanto me gusta, máxime cuando la respuesta de mis educandos fue muy buena y tan exitosos los resultados: más de 30.000 visitas el pasado curso, tela marinera si consideramos que sólo conté con dos grupos que sumaban en total unos cincuenta alumnos.

Pero el Poder nunca duerme y estas cosas molestan. El Poder usó para fastidiarme la que voy a llamar Ley Sinde-Wert (en sentido homenaje a su insigne creadora y a su ilustre mantenedor), la cual, al parecer, protege vivamente los derechos de propiedad intelectual o, mejor, ciertos derechos de propiedad intelectual. Y me fastidió de un modo que aún ahora me cuesta creer, por lo disparatado, absurdo, demencial, bochornoso, majadero y mentecato que fue. (1) El responsable de la empresa que creó mi blog recibe una carta de la compañía de «hosting» donde estaba alojado el mismo en la que se denuncia una violación de copyright. (2) En inglés y en mayúsculas que evito al lector se decía que la ley ordenaba quitar o deshabilitar a toda velocidad el acceso a cierto material infractor de los derechos de propiedad intelectual que mi página cobijaba. (Y 3) En caso de no cumplir lo estipulado, mi blog se cerraría a toda leche, en 48 horas, el tiempo que tengo para reclamar. ¿Cuál era ese material criminal, transgresor de leyes, delictivo, abominable? Pues era un documento word titulado «Historia de una escalera.doc», cuyo «rights holder» (como ven, también en espléndido castellano), cuyo «titular de los derechos» es el «Grupo Planeta - Librerias» (sin tilde, total para qué).

La carta de marras la redacta un programa informático llamado «Attributor», un «bot» o ser humano computerizado, que es una especie de policía bueno que nos persigue a los delincuentes malos gracias a la contrata que tiene con las editoriales. Pues «Attributor», ese «bot» o ser humano computerizado, es un completo imbécil, un grandísimo tarado cibernético. El muy subnormal entendió que «Historia de una escalera.doc» contenía la obra teatral de Buero Vallejo. Le hubiese bastado con abrir tal documento para ver que ni contenía la obra de Buero, ni enlace alguno a la misma. Le habría bastado un clic para darse cuenta que ese .doc albergaba solamente una introducción a la vida y la obra del dramaturgo, un comentario sobre sus obras, un estudio de los personajes de tales dramas?: es decir, unos apuntes sobre Buero Vallejo y sobre su «Historia de una escalera», lectura obligatoria para los alumnos de la PAU asturiana del pasado curso. Unos apuntes elaborados a partir de webs que permiten obras derivadas, como Wikipedia, muy corregidos y muy reelaborados por mí, así como de otras fuentes y de mis propios conocimientos sobre el autor, a quien entrevisté en su casa madrileña de Hermanos Miralles tiempo ha. Nada de reproducir la obra, nada de nada. ¿Hice mal en titularlo «Historia de una escalera.doc»? ¿Cómo habría de haberlo llamado para que mis alumnos lo identificasen claramente? ¿«Quince chinos dormidos bajo una berza.doc»? ¿«El perro rojo no tiene rabo porque ramón rodríguez se lo ha cortado.doc»? ¿«Tin morín de dos pingüés cúcara mácara chíchara fue.doc»?

De modo que soy inocente, no infringí ley alguna? pero debo probar mi inocencia (¡toma ya Estado de derecho!) o una comisión fantasma me cierra el blog en 48 horas sin falta de que juez alguno intervenga. Pues tampoco puedo hacerlo, pues, como demostró el abogado David Bravo, experto en delitos informáticos, la maraña de envío de documentación probatorio de inocencia, espera de respuesta, nuevo aporte de documentación y tal y tal? no puede cumplirse en las dichosas 48 horas, el propio sistema lo demora lo necesario. Así pues, aquí queda a la consideración del querido lector una muestra palpable de cómo y qué bien y cuánto protegen las leyes a los profesores que se salen un pelín del camino trillado que marca el Poder, que innovan, introducen nuevas tecnologías en las aulas y no sólo no tienen afán de lucro alguno sino que pierden dinero y tiempo. Cuando oigan ustedes a los lacayos del Poder discursear sobre lo mucho que quieren, apoyan y estimulan al profesorado que trata de mejorar la enseñanza, oirán también, a lo lejos, una carcajada colosal. Seré yo, partiéndome de la risa.