viernes, 29 de junio de 2012

Usted y yo. Carta abierta a D. Mariano Rajoy

Estimado Sr. Rajoy:
Como me es imposible comunicarme con usted por otro medio, y en vista de que la necesidad de expresar mis ideas y  sentimientos se hace angustiosamente urgente, es por lo que me dirijo a usted con todo respeto, pero también con la máxima sinceridad.
Sr. Rajoy, me siento defraudado, estafado por usted y su gobierno. Nos prometió que cuando llegara al poder, y fruto de la confianza que su partido y su persona iban a transmitir a "los mercados" y resto de la comunidad internacional, el rumbo de la economía española se enderezaría. No quiero mencionar aquí todo aquello que prometió que haría y no ha hecho, y lo que prometió que no haría, "de ninguna de las maneras", y sin embargo ha terminado haciendo. Lo que si quiero compartir con usted son, como dije en un párrafo anterior, ciertas ideas y sobre todo sentimientos. Por muy extraño que le parezca, usted y yo tenemos ciertos paralelismos en el devenir de nuestra historia personal. Usted nació en 1955, yo dos años más tarde, por lo que podríamos pensar que, en términos sociológicos, somos de la misma generación. Eso significa que hemos crecido y han influido en nuestro desarrollo los mismos acontecimientos históricos, al margen de las diferencias que producen los contextos familiares, educativos y sociales. Otro curioso paralelismo es que usted, después de más de 30 años de carrera política alcanza la presidencia del gobierno, siendo investido el 20 de Diciembre. Yo, después de más de 30 años de carrera profesional paso a engrosar las lista del paro el 15 de diciembre del mismo año. Por supuesto que usted no es directamente responsable de mi despido, la crisis y la mala gestión fueron los responsables. Pero sigamos con los paralelismos. Usted, a partir de la fecha que juró el cargo, supongo, se puso a trabajar con la idea de poner en marcha sus planes, aquellos que prometían recortar en todo menos en sanidad, educación, pensiones, y gasto social, aquellos en los que la confianza de los mercados haría que nuestra prima de riesgo volviera a valores como la de Francia y enderezaría el rumbo de la economía español. Yo, a partir de ser despedido, comencé a desarrollar un plan que había trazado previamente, para recuperar el empleo lo más rápidamente posible, y lleno de un optimismo más propio de la juventud, me lancé a la caza y captura del puesto de trabajo. Ya que mi profesión se enmarca dentro de las tecnologías de la información, pensé, no tendré dificultad en encontrar trabajo y "enderezar" la economía de mi casa. Tanto usted como yo hemos fracasado. Usted no solo no ha devuelto la confianza de los mercados en nuestra economía, sino que la poca que nos quedaba se ha ido por el sumidero. La economía no mejora, el paro está desatado, y usted recorta el estado del bienestar, haciéndonos cada día más pobres. Y lo peor es que no se vislumbra una salida.
A mí tampoco me van bien las cosas. No he encontrado trabajo, mi economía está ya muy resentida y me he visto obligado a recortar el estado de bienestar de mi casa, es decir, recortar sobre los recortes que su gobierno ha realizado. 
Hasta aquí las coincidencias. Donde no coincidimos es en el futuro que nos espera. Quizá usted no tenga futuro como presidente de España, incluso puede que, en el peor de los casos, la política no vuelva a ser su ocupación principal, pero lo que es seguro es que se podrá refugiar en su pensión vitalicia y disfrutar de la vida hasta que Dios, o el que sea que mande en estos asuntos, así lo decida. Yo, como ciudadano y persona no tengo futuro. A pesar de mi formación y experiencia, la crisis y la mala gestión, nacional en este caso, me han colocado fuera del sistema. Mi edad hace prácticamente imposible un retorno al mundo productivo. Mi futuro más probable será vivir de un subsidio de 400 euros al mes, cuando se termine la prestación por desempleo que percibo, y hasta la edad de jubilación. Por cierto, no podré jubilarme hasta los 66 años y 8 meses, gracias a la ley que se inventó el Sr. Zapatero, en contra de la cual votó el Partido Popular, y que este gobierno no ha modificado. A partir de ahí, y dado que mis cotizaciones se habrán desplomado en mis últimos años de mi teórica vida laboral, la pensión a la que tendré derecho, salvo recortes o sorpresas añadidos,  difícilmente servirá para mantener un mínimo de dignidad en mi existencia.
Esa es, Sr. Rajoy, la diferencia entre usted y yo. Mis decisiones afectan a mi área de influencia, mi familia, mi persona y poco más. Las suyas nos afectan a todos. Téngalo en cuenta.
Puede que mi pesimismo sea exagerado, pero como comenté al inicio de esta carta, se trata, más que nada, de sentimientos. Y siento, muy a mi pesar,  que usted y su equipo no son los indicados para sacarnos de esta difícil situación. Que nadie me mal interprete, tampoco creo que los actuales dirigentes del PSOE lo puedan hacer. Se necesita una mirada distinta sobre los problemas, una forma de actuar que tenga siempre presente que, ante todo, están los CIUDADANOS, luego puede venir lo demás. Ni Europa ni España tienen sentido sin sus ciudadanos, y si tengo que ser más pobre y con menos derechos para estar en un club en el que lo que prima son los mercaderes, créame que prefiero no estar en ese Club . A los ciudadanos no se nos puede apretar indefinidamente. Recuerde Sr. Rajoy, "en bolsillos vacíos crecen piedras"
Por mi parte, y a pesar de mi sentimiento de frustración seguiré en el empeño de encontrar, o crear, un puesto de trabajo. Y si son tres mejor que dos, en mi casa pronto se necesitarán.
No quiero despedirme sin antes desearle suerte y valor. Suerte, porque parece que es en lo único en que podemos confiar para salir de esta situación, y valor para asumir las consecuencias de sus actos. Usted prometió que nos sacaría de esta situación, y si no es capaz o las circunstancias se lo impiden, deje el camino libre a otros que, con nuevas ideas, afronten el futuro con otra estrategia y creciente ilusión. Las necesitamos imperiosamente.
Saludos,
M.A.S.R.