
Entre los verdores encendidos del laurel
y los pinos, brotan turgentes los almendros y se comen a bocados la tristeza, la ermita, la piedra, el invierno, la cruz, en un luminoso presagio de dulces ayosas, de almendras amargas, de cuerpos y frutos futuros.
Recuerda: las ramas de las almendras en flor te acarician el pelo mientras duermes.
Fotografía: Jose Molero Pintor
Texto: Miguel Ángel Toledano — con Miguel Ángel Toledano.
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