TITULO :"Carta Confesión "
A ti, bálsamo de mis heridas:
  No necesito un paladín que dirima mi infausto destino, ni un hombre 
fornido que me acurruque bajo su pecho con la esperanza de que así 
sobreviva. Quiero alzar el vuelo y marcar el rumbo hacia un lugar que 
acomode mi alma junto a la tuya; con sinceridad, con un amor que respete
 el tiempo. No sueño con plasmar mi pintalabios en tu cara cada noche y 
marcharme sola a casa; sueño con que tú me acompañes por el sendero de 
la vida y que el calor de tus manos acaricien mi alma atormentada cuando
 nadie más lo haga. No deseo que me mires solo cuando mi apariencia te 
deslumbre y altere la sangre de tus venas; mírame cuando las demás 
estrellas se apaguen y mi rostro se hunda en la fragilidad de mis 
pensamientos. Deseo verte florecer en invierno, pues en primavera todas 
las flores son bonitas y los rayos de sol ocultan los defectos que 
realzan tu verdadera esencia. No huiré cuando la tormenta arrase 
nuestras esperanzas, ni cuando tu corazón malherido reclame soledad. Te 
iluminaré hasta que tu sombra recobre la fuerza para volver a caminar a 
tu lado en los días más neblinosos y en tu realidad más descarnada. Soy 
tu fuego; eres mi bálsamo. No espero que sacies cada uno de mis deseos y
 te muestres rozagante por hacerlo; ayúdame y enséñame a compartir 
contigo esos momentos para alcanzar el culmen de nuestra felicidad. No 
sería justo el camino si uno se negara a volar por mantener el 
equilibrio del otro; prefiero caer si con ello te aliento a plasmar tus 
huellas en el camino. Soy tu fuego; eres mi bálsamo. No sentiré calor si
 tienes frío. No reiré si tu pena te absorbe el alma. No miraré hacia 
otro lado cuando tú me mires. No esperaré una respuesta cuando tengo tu 
silencio. Sentiré tus 
latidos en mi pecho si con ello calmo la melodía.
Nadie supo calmar la agonía que me quemaba, o quizá nadie tuvo la osadía de
pararse a escuchar cómo crepitaba el fuego. Tú fuiste el único que pensaste que valía la pena pararse a escuchar. Soy tu fuego; eres mi bálsamo. Espérame cada día bajo el cielo cerúleo que viste la hondonada frente al mar, con la cálida brisa que acrecienta el sabor a agua salada. Aguarda al amanecer, cuando el pétreo silencio vibre en tu garganta y nadie más te escuche. Espera hasta la noche, cuando sientas mi aliento en tu rostro y notes mi cuerpo junto al tuyo.
Quédate siempre para escuchar cómo crepita el fuego.
latidos en mi pecho si con ello calmo la melodía.
Nadie supo calmar la agonía que me quemaba, o quizá nadie tuvo la osadía de
pararse a escuchar cómo crepitaba el fuego. Tú fuiste el único que pensaste que valía la pena pararse a escuchar. Soy tu fuego; eres mi bálsamo. Espérame cada día bajo el cielo cerúleo que viste la hondonada frente al mar, con la cálida brisa que acrecienta el sabor a agua salada. Aguarda al amanecer, cuando el pétreo silencio vibre en tu garganta y nadie más te escuche. Espera hasta la noche, cuando sientas mi aliento en tu rostro y notes mi cuerpo junto al tuyo.
Quédate siempre para escuchar cómo crepita el fuego.
 
 
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