martes, 5 de mayo de 2015

¡PORCA MISÈRIA!



¡PORCA MISÈRIA!

Me los imagino. Un despacho a media luz, un ventilador de techo batiendo el silencio con la sincronía de un reloj suizo, clic, clac, clic, clac… un eco de violines lejanos se filtra por las paredes y se remansa en las alfombras persas… un denso mutismo… sobre la mesa de caoba, una botella de Macallan de 30 años y otra de Louis XIII… y enterrado en un sillón de piel, tras las densa...s volutas de un cohíba, el jefe del Clan de los Genoveses mira a sus contertulios de hito en hito. Las aspas del ventilador, como hojas de guillotina, proyectan una sombra siniestra en las paredes… clic, clac, clic, clac…

Mariano espera respuestas. Quiere saber quién coño le ha tocado las pelotas a Luis el Cabrón, quién lo espolea, quién utiliza a su antiguo tesorero como martillo contra él y por qué, y sobre todo: qué cenutrio se tragó la perla de que guardaba pruebas contra el clan en la caja fuerte de un amigo, quién mandó defenestrarla y robarla y quién contrató a unos profesionales capaces de asaltar una fábrica y dejarse grabar por la cámara de seguridad. Silencio espeso. Violines lejanos… clic, clac, clic, clac…

Bárcenas tendió una trampa perfecta. Estaba siendo espiado a espaldas del juez y lo sabía. Cuando dijo a su amigo que preparara las pruebas, sabía que los Genoveses irían por ellas. Y una cámara grabó a elementos de algún cuerpo de seguridad nacional, según expertos policiales. ¡Porca misèria! Ahora Luis el Cabrón ataca al Ministerio del Interior y al CNI. O sea, a él. Tiene la grabación y la pasará a la prensa cuando más duela: en campaña electoral.

Una espantosa imagen sacude la imaginación de Mariano: la foto de su cartel electoral podría sacarse en comisaría el día de su detención, como en cualquier país razonable. Siente el tic en el ojo izquierdo. Da una calada al cohíba. Se repone. Piensa. Está todo atado y bien atado. Eso quisieran algunos del clan, peores que el peor de los populistas. Miserables traidores que prosperaron a su sombra, gentuza sin familia y sin honor, “chi perde l'onore non lo ritrova piú”. ¡Porca vita!

Mecida por los violines, oye la voz de Luis el Cabrón en la trastienda de su memoria: “O me tratan con respeto o paso al ataque”. ¿Quién coño le habrá tocado las pelotas? Vuelve a mirar a los jefes del clan tras el humo del cigarro. Todos guardan silencio, solo habla el ventilador, girando en el techo… clic, clac, clic, clac… Fuma y se relaja. Sonríe. Por mucho que muerda Luis el Cabrón, aunque su foto de campaña fuera la de comisaría, aunque tuviera que dar los mítines desde la celda, el daño sería mínimo, si acaso mil votos. Cuenta con la mejor defensa: las tragaderas del pueblo español. Puede dormir tranquilo. Sus enemigos, no.
 

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