miércoles, 28 de enero de 2015

CHARLAS CON FILOMENO (III) SOBRE PAÍSES Y DEUDAS




Filomeno está triste desde el domingo. Lo sobrecoge una pesadumbre asnal que cabría calificar de depresión, angustia o ambas cosas a la vez. Desde el lunes no rebuznaba ni empinaba las orejas. Como yo lo conozco, dije para mí: “Ya tronará”, y como el sol ha vuelto a iluminar estos campos andaluces, siempre preelectorales, siempre manipulados pero siempre grandiosos, lo he sacado a pasear como si tal cosa. Le puse un rato a Jiménez Losantos, le enseñé la portada de La Razón con Monedero escondido en el metro y le leí algunos párrafos de Sostres, uno de sus ídolos. Le entró el cuerpo en caja y tronó.

“¿A que eso de comparar unos países con otros es una tontería?”, rebuznó así por lo bajinis. “Lo que pasa en un país no tiene por qué pasar en otro porque ningún país es igual a otro y todos los países tienen realidades distintas. Los bolcheviques han ganado en Grecia pero no tienen por qué ganar aquí. Grecia es un país y España otro. Eso está claro. Aquí tienen que ganar Mariano o Pedro. O Susana. O los tres a la vez, que no falsean los currículos ni compran ropa en Alcampo, ni van a quemar las iglesias, ni…” Y así estuvo un buen rato, rumiando y especulando con el hundimiento de España. Le dije que llevaba razón en una cosa: en que las realidades de los países no son exportables, que ni Grecia tenía nada que ver con España ni Syriza con Podemos, como tampoco tenía nada que ver España con Venezuela. Si es un disparate comparar Grecia y España también es un disparate comparar Venezuela, Irán o Corea del Norte.

Para qué. Se sintió atacado y montó en cólera. Que si Venezuela, que si el papel higiénico, que si la ruleta rusa, que si el populismo… Me insultó: “Eres malo”, me dijo, “eres malo con tus compatriotas. Cuando Grecia se hunda y nos deje a deber los 33.000 millones que le prestamos, con la falta que nos hacen, hasta te alegrarás”. Le contesté que al régimen le había parecido bien perder los 60.000 millones que le prestamos a la banca. Y entonces rebuznó como una fiera. Se alzó de manos. Pisoteó el transistor, y eso que estaba Losantos contando chistes. Me tuve que subir en él y llevarlo de nuevo a la parcela.

Filomeno siempre ha visto el mundo por el ojo de una aguja, es un burro asustadizo y de ideas fijas, incapaz de admitir una contradicción, y muy cortito, casi tanto como Floriano. Pondera sus comparaciones y desprecia absolutamente las del prójimo, y no concibe que todo estancamiento es un retroceso en sí, que el mundo avanza dialogando y cambiando. Si por él fuera siempre sería domingo por la mañana. Pero en fin, es mi burro y tengo que convivir con él, igual que con Mariano.