martes, 11 de noviembre de 2014

¿POR QUÉ SIGUE EN PIE EL ARCO DEL TRIUNFO FRANQUISTA DE MADRID?


El artículo 15 de la popularmente llamada ​Ley de Memoria Histórica no podría ser más claro. Data de diciembre de 2007, los últimos meses de la primera legislatura del antiguo Presidente del Gobierno socialista, José Luis Rodríguez Zapatero. Es la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, que entra en vigor dos días después de su publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE), y supone el posicionamiento del Estado español a favor de la llamada memoria histórica, al menos desde el punto de vista formal. Años después, todavía muchos lamentan que aquello haya quedado en una simple declaración de buenas intenciones.
Vice.com / ENRIQUE ANARTE / 11-11-2014

Fotos de Marina Tizón
Recordar en España es un tema tabú, fruto de discusiones interminables en cenas familiares y, para muchos, un innecesario tono guerracivilista que después de más de treinta años de democracia debería estar superado. Mejor no hablar de aquellos cuarenta años de dictadura, piensan algunos, ahora que el franquismo está muerto y bien enterrado en el Valle de los Caídos.
Olvidar es difícil, no obstante, cuando la memoria de los crímenes de aquellos años se erige imponente en el corazón de la capital de un país que construyó su democracia sobre la desmemoria. Así, cada mañana, el tránsito rutinario de cientos y cientos de personas se ve asaltado por la imagen de un monumento que recuerda al mítico Arco del Triunfo parisino, abandonado y algo destartalado, decrépito en sus entrañas, cuyo pasado es mucho más oscuro que el de su semejante galo.
Es el Arco de la Victoria de Moncloa, uno de los puntos más emblemáticos de la capital, situado en una de las entradas principales de Madrid, la conocida como Carretera de La Coruña, allá donde acaba el barrio de Chamberí y empiezan el Parque del Oeste, por un lado, y la Ciudad Universitaria, por el otro. Proyectado en los años cuarenta para conmemorar el triunfo golpista en la Guerra Civil española, tardó sin embargo una década más en construirse y nunca se inauguró oficialmente. En la actualidad, el monumento está totalmente abandonado, sus paredes llenas de grafitis y los alrededores de restos de botellón. Los desperfectos y roturas en el pavimento que rodea a la construcción, arreglado recientemente, se multiplican con el paso de los meses. Antes era posible acceder a escondidas y contemplar el desastre en que se había convertido el interior del Arco, concebido originariamente como una sala de exposiciones. Ahora las puertas que dan acceso al arco están soldadas, supuestamente para evitar actos vandálicos y desgracias.
Solo las inscripciones de ambos frentes del arco y los adornos esculturales parecen mantenerse ajenos a la erosión progresiva del monumento que conmemora la victoria de las tropas franquistas en la Batalla de la Ciudad Universitaria y, como consecuencia, la caída de la capital en manos de los enemigos de la Segunda República. "A los ejércitos aquí victoriosos / la inteligencia, que siempre es vencedora / da y dedicó este monumento", reza la inscripción en latín del frontispicio noroeste. La fachada sudeste, que mira a la ciudad, regala a los madrileños otra oda al triunfo de la dictadura, también en latín: "Fundado por la generosidad del Rey / restaurado por el caudillo de los españoles / el templo de los estudios matritenses / floreció bajo la mirada de Dios".
¿Quién se encarga hoy de gestionar, o mejor dicho, de no hacer nada con respecto del Arco de la Victoria? Es difícil llegar a saberlo. Aunque el arco se encuentra en suelo de la Universidad Complutense de Madrid, su gestión es teóricamente competencia del Consorcio Urbanístico Ciudad Universitaria, integrado por la universidad anteriormente mencionada, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), la Universidad Politécnica de Madrid y el Ayuntamiento de la capital. En la práctica, sin embargo, el asunto se asemeja a aquella prueba de El Grand Prix de la patata caliente. Cuando el tema ha sido tratado en el pleno municipal, representantes del PSOE, IU y UPyD han protestado por la falta de responsabilidad con la que los diferentes niveles de gobierno abordan la cuestión: el Gobierno central considera a la Comunidad de Madrid competente, esta pasa el balón al Ayuntamiento, y este lo deja en manos del Consorcio (en el cual, de todas formas, participa). El PP aprovechó su mayoría en el pleno para dar carpetazo al asunto.
Intentépreguntar al órgano competente sobre los planes respecto del arco y la gestión de este, pero la búsqueda fue infructuosa, al más puro estilo kafkiano. Si bien todo apunta a que es competencia de la administración municipal, desde allí me remitieron a la Comunidad, cuyos portavoces negaron su responsabilidad y, tras consultar fuentes internas, me confirmaron que la gestión del monumento corresponde al Ayuntamiento. Tratar de contactar con el Consorcio Ciudad Universitaria tampoco resultó una vía más efectiva: la entidad consideró que era la Universidad Complutense la encargada de responder a mis preguntas, mientras que la institución educativa devolvió la pelota al Consorcio.
Esta falta de interés, inacción o abandono, si bien no es ninguna novedad, contrasta con el tratamiento y la atención que reciben casos parecidos, como es el del monumento a las Brigadas Internacionales inaugurado en octubre de 2011 en el campus de la Complutense. El caso de este memorial, objeto de actos vandálicos en varias ocasiones, sí ha sido tratado, por ejemplo, por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que ordenó su retirada en abril de 2012 por considerar que la licencia para su construcción se presentó de manera extemporánea. El rector de la Complutense, José Carrillo, se ha posicionado a favor del monumento, alegando que no es el único en la ciudad que carece de licencia (como, por ejemplo, el de las víctimas del 11M) y que fueron las autoridades locales las que se negaron a tomar en consideración este permiso.

Fotografía por ​Marina Tizón
A qué se debe, entonces, el silencio que guardan las autoridades en lo que respecta al Arco de la Victoria de Moncloa? Emilio Silva, presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), accedió a hablar conmigo sobre este tema, que en la asociación llevan años trabajando. "Esto tiene que ver con la falta de voluntad política", sentencia. "De hecho, es muy curioso, por decirlo asépticamente, que sea un monumento que está a unos cientos de metro de la residencia del Presidente del Gobierno. A ninguno de los Presidentes que ha habido desde que murió Franco, que habrán pasado numerosas veces con su coche oficial, le ha molestado que eso estuviese ahí".
La ARMH ha tratado de reunirse con todos los actores implicados, la gran mayoría de las veces sin recibir más que buenas palabras y poca ayuda. Consideran, eso sí, que incluso en el caso concreto del Arco de Moncloa subyace una gran responsabilidad del Gobierno central. "Es una falta de voluntad política que nace también de una estructura social predominante en España. Independientemente de que el país haya estado gobernado por el PP o el PSOE, los que han estado siempre al frente del país han sido fundamentalmente hijos del régimen. Y eso no solo tiene que ver con el Arco de la Victoria, sino también con que en Madrid todavía exista una Plaza del Caudillo. Sería impensable que en Alemania hubiese una Plaza del Führer, o del Duce en Italia. Y también con que exista en España una Fundación Francisco Franco, cuyo objetivo es exaltar la figura del dictador, y cuyos donantes disfrutan de desgravaciones fiscales. Eso no es sino fruto de un acuerdo político con el Estado", se lamenta.