martes, 26 de noviembre de 2013

Panificadora Teatro

Después de un año muy corto, si es verdad que echando la vista atrás el espacio ha cambiado, ya podemos decir que tenemos unas gradas con sus sillas, sonido, luces y telones. Pero con ellos empezamos Cerrado Por Obra y con mucho miedo. No había de nada, una nave casi vacía, y aun así revolucionaron La Panificadora dándole uso a cada uno de sus rincones, permitiéndonos así que la centena de personas -muchas desconocidas, ahora fijas y amigas-, que pasaron aquella noche fría por nuestro espacio conocieran lo que estábamos haciendo. Un público que se mantiene hasta hoy después de las 17 representaciones que se han realizado y por ello nunca nos cansaremos de decir ante todo GRACIAS, por todo el apoyo y la ayuda, tanto de Compañías como Asociaciones, colectivos y amigos en general que nos estáis permitiendo que el proyecto crezca cada día.
Cerrado por Obra nos llegó con una nueva y fuerte propuesta, mostrando una buena evolución y es lógica si nos damos una vuelta por su perfil y vemos que no paran: con un segundo Certamen Internacional de Teatro Joven que podemos ver como se consolida y fortalece pese a las adversidades, además de varias obras teatrales propias, talleres,… Un pueblo vivo que se alimenta de cultura por buen teatro, y todo gracias a la labor de estos chavales de Mairena del Alcór.

El pasado sábado llegó a nuestra Panificadora “Nadie” obra escrita y dirigida por Juan José Morales Acosta que nos presenta a través de lo cotidiano a una familia condenada y a un reino en ruinas, cogiendo el testigo desde Edipo, cruzando el Mediterráneo y veinte siglos. Una casa sin paredes con el silencio interrumpido de lo cotidiano, cuatro lobos en su madriguera y una losa que los aplasta. Un padre desesperado por su miseria, frustrado por su propio contagio, interrumpe a ciegas en la noche para convertirse en el monstruo al que todo niño teme cuando no hay luz. Un hijo que sueña con la esperanza y se despierta, que ha aprendido a sanarse con la escritura y que lucha contra el monstruo por encima de todo, aunque tenga que convertirse en aquello que tanto odia y teme a la vez. Una madre rendida, sosteniendo su mundo y a punto de darse contra el suelo, maquilla, limpia y produce para Nadie, refugiada en el recuerdo de un pasado mejor, se convierte en el objetivo principal de la violencia, de la catarsis, recordando a ese prototipo de mujer de la obra de Luis Riaza. Y Manuel que ama por encima de todo, se esconde del monstruo y dibuja como su padre y en el rojo que advierte el peligro. Es la conquista del espectador y el alivio envenenado de la “mala suerte” que se observa. Él prefiere el suelo que lo protege, al aire gastado y sucio de la superficie violenta.
Una emocionante obra que destaca por sus detalles interpretativos, por el desnudo de realidad y por esa reiterada condenación humana como motor conflictivo. Una música que recuerda al pasado y que juega con esa atemporalidad del personaje y una escenografía de casa de muñecas recortables que recuerda a la infancia y que ya antecede al juego del desnudo, del vacío, conjugando de maravilla con la realidad de esta familia.