lunes, 29 de abril de 2013

Devolver la belleza

Miguel Ángel Toledano. Profesor de Literatura 29/04/2013  
Más de una vez le preguntaron al silencioso Juan Rulfo cómo eran los pueblos que describía en sus cuentos, y él confesaba, confesaba siempre que apenas los conocía. Pertenecían a sus recuerdos de la infancia y casi nunca había vuelto a ellos. Había tenido que inventar cómo hablaban, la lengua de los habitantes de esos pueblos eran tan herméticos que resultaba imposible embarcarlos en una conversación. No hablaban. Con no escasa ironía, Rulfo comentaba que algunos estudiosos de su obra se habían desplazado a algunos de esos pueblos perdidos y no habían encontrado nada. Porque no había nada. La realidad que escribe Rulfo estaba, está en el sueño. En el tiempo."Perdí la noción del tiempo desde que las fiebres me lo enrevesaron; pero debió de haber sido una eternidad- Y es que allá el tiempo es muy largo. Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupa cómo van amontonándose los años. Los días comienzan y se acaban. Luego viene la noche. Solamente el día y la noche hasta el día de la muerte, que para ellos es una esperanza". Perdida la noción del tiempo, a los habitantes de Luvina, a todos los personajes de Juan Rulfo no les queda sino escuchar las señales del viento. El viento sabe.
El silencio, la pérdida, la frontera entre el sueño y la realidad son el telón de fondo de la poderosa obra de Rulfo. Ese es el territorio de "Pedro Páramo" y de todos los fantasmas que se mueven por "El llano en llamas". Ahí están esos personajes de Rulfo apresados en los sueños de otros: los amores imposibles y las ilusiones vencidas, pero la belleza, escapándose, huidiza, se presiente por todas partes. Así son los sueños. No se pueden tocar, apenas si se recuerdan, no se ven, pero están ahí, dispuestos a resucitar cada noche y a volvernos a contar, incansables, su historia de amores perdidos, de locuras, crueldades y ambiciones, de toda enfermedad es incurable y sin embargo te amo, te amo, te amo.
Déjame, muchacha de ojos verdes, amarte en silencio, déjame amarte con ese silencio tuyo-, me repetía el inconsciente de Casei --ese que nuca se desnuda si no me desnudo yo-- anoche en el más dulce de mis sueños. Pero el viento sabe. Tal vez el viento sea el tiempo de quienes se mueven en los movedizos territorios del sueño, allí donde habita Susana, el amor imposible de Pedro Páramo. Y hablaba de todos nosotros. Devolviendo la belleza celebramos a Miguel de Cervantes. En todo momento. También durante estos días. Cervantes y la libertad. Cervantes y la justicia. Cervantes y la belleza ayer hoy mañana siempre. Y por ello he hablado, incluso mucho antes que de Bonald, del maestro. Vale.