lunes, 29 de octubre de 2012

EL OTOÑO CON SUS PASOS

El domingo amaneció nublado. Hoy el sol es tibio. Poco a poco hemos ido entrando en un tiempo más confortable, un tiempo en el que el fuego ha ido bajando sus grados como por una escalera que nos conduce ya, de forma inexorable, hacia el recogimiento de los días laborables y el reinicio del año. Porque la vida comienza ahora, como el curso. Y aunque nos hayamos dotado en nuestro calendario de otras fechas para marcar los tiempos, durante estos días la Naturaleza reclama a través de sus vasos linfáticos esenciales que somos parte de ella. Y con ella andamos ya removiéndonos en ese corto espacio que nos lleva a la sementera, a la fecundación, a la génesis humosa del renacimiento de la vida.
En algunas personas este tiempo lánguido y difuso provoca una extraña sensación de abatimiento y tristeza. Sienten que el cuerpo pesa y también los días, mientras contemplan, al atardecer, los cielos enrojecidos con trazos rugosos y finísimos, densas veladuras violetas, negro y añil, hacia el Sur. Y apenas sin darnos cuenta podemos entrar en un tiempo depresivo que debemos clarificar cuanto antes para no sufrir inútilmente: en octubre a veces nos sentimos invadidos por cierta nostalgia, consumiéndonos en el recuerdo vivo de lo que ya no volverá. Nos encontramos desorientados y sin saber bien qué nos pasa.
Ocurre sencillamente que nos hallamos inmersos en el ciclo vital de la Naturaleza y de sus tiempos. Algo ha terminado y nos resistimos al cambio que al final acabará apoderándose de nuestros cuerpos por sus puntos más frágiles. Se está originando ya un mundo de identidades múltiples, híbridas, impuras, nuevas. Y nosotros nos sentimos más vulnerables. Aún no reconocemos lo inquietante que hay en la belleza de lo cotidiano y nuevo y solo descubrimos lo cerca que estamos del horror. Probablemente entonces deberemos callar un poco, esperar un poco, dejar que el silencio nos permita reposar y comenzar de nuevo.
 
>Entrevisiones Miguel Ángel TOLEDANO