viernes, 22 de junio de 2012

Un lío con Miranda


Mañana es el cumpleaños de mi mujer. Como es habitual, la víspera a la tarde salimos mi hija y yo por Pamplona a comprar algún regalo, pasar una tarde por la ciudad y disfrutar de compañía (yo sobre todo). Igual os parecerá que no tiene mayor importancia el tema, pero un paseo con mi hija es un lujo porque es una persona extraordinaria y un encanto y pasear a su lado es uno de los mayores goces de los que disfruto.

Tomamos la 4, bajamos en Merindades, seguimos por el cine Carlos III y... ahí es donde divergen los relatos sobre lo que ha ocurrido.

Según la versión A, un servidor habría divisado en la acera que está junto al monumento a Ignacio de Loyola a un grupo de pesonas algo raro. Eran seis u ocho, iban de traje, tenían pinta de no dar un palo al agua y de no haber sudado trabajando nunca. O sea, políticos. Y entre ellos, Miranda. Daba la impresión que venían de una buena comida (espero que no a costa del contribuyente, pero no lo sé).

Ante semejante provocación, un servidor habría aplaudido y gritado "¡Bien, bien!" hasta llegar a llamar la atención del susodicho grupo, momento en el que aprovechó para hacer lo que vulgarmente se conoce como corte de mangas, claramente divisado por todos los servidores públicos.

Hecho lo cual, siguió su camino hacia la Plaza del Castillo.

La versión B difiere claramente de la anterior. El mismo servidor de ustedes reconoció a un personaje al que tiene especial antipatía. Este estaba situado exactamente en la esquina del Sarasate, y hacia él dirigió el corte de mangas citado, dándose la casualidad, puñetera casualidad, que entre ese personaje y el hacedor del corte quedaba el grupo de insignes servidores de la patria, pero nada más lejos de la realidad y de la intención del actuante que hacer nada que pudiera ofender al grupo de notables.

Hecho lo cual, siguió su camino hacia la Plaza del Castillo.

Donde el Palacio de Diputación me aborda un señor de traje, me enseña una placa en la que dice que es policía foral y me ordena pasar dentro del edificio (por cierto, la placa aún es más patata que yo, nada que ver con las que salen en las películas y series de polis de EEUU; estarán hechas en China). El hombre había venido corriendo y estaba muy, `pero que muy nervioso (pero mucho)

Me pidió el DNI y me dijo que esperara mientras llamaba por teléfono. Me imagino que la llamada era para ver si estaba en busca y captura y si tenía antecedentes criminales o vete a saber. Y -como no los debo tener- debió llamar a algún jefe enterado, pidiendo instrucciones.

A la media hora, el jefe le debió decir algo así como "¡empapélalo!"

Y a obedecer, claro. Redactó esta denuncia, dio por hecho que no la iba a firmar y me permití la chulería de decirle que Martín era con tilde, me contestó que las mayúsculas no se acentuaban y yo le contesté que era profesor de lengua.

Fue mi único momento medianamente glorioso en todo el asunto (y ya veis qué nivel de gloria alcancé)

Por supuesto, habreis acertado si considerais correcta la versión B del asunto. Yo no conozco a Miranda y no sé si hay o no motivos para dedicarle semejante accion por mi parte. Por supuesto, condenaría enérgicamente al que hiciera una acción semejante.

Ah, si, le comenté que Miranda ya no era autoridad, que había dimitido y me dijo que no, que seguía siendo autoridad. Me imagino que tendrá razón porque no habrá salido el cese en el BON.

Bueno, fuimos de compras, lo pasamos bien, era juevintxo (primera vez que voy) y los regalos creemos que le gustarán (camistea txuli, taza bonita paratomar té, dos bolsas de esas hierbas, naranjas con chocolate y pastas de Layana, claro, que no va uno a Pamplona todos los días -ni todas las semanas tampoco-)

Bueno, ya perdonareis el rollo. Os enseño la denuncia:

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