LO que acaba de ocurrir en Mercadona es terrible e ilustra muy bien el estado de las cosas:
en las colas un hombre de mediana edad, sin mala pinta, un padre de
familia, con su carrito verde pequeño con dos cartones de leche y varios
paquetes de pasta, suplicando por favor una ayuda para pagar unos
productos de primera necesidad, no más de cuatro euros seguro. Se me
para el corazón ante una situación tan humillante, un hombre hecho y
derecho pidiendo para llevar dos bolsitas de macarrones, tomate y leche a
su casa. Le comento a los de mi alrededor que si ponemos 50 céntimos
cada uno el hombre podrá pagar la cuenta y sus hijos al menos comerán
unos días. Hacen como que no existo hasta que digo un me cago en Dios a
viva voz y como puedo, intento explicar que esto nos puede pasar a
cualquier de nosotros cualquier día. Más silencio. Tan solo una viejita
(de las que habrá pasado hambre en la posguerra) y sin decir nada,
colabora con un euro, yo pongo tres. El hombre, avergonzado, coge el
dinero. Más silencio incómodo en las colas y en las cajas.
Es la victoria de la ideología dominante: no hay pobres, hay "loosers",
perdedores.... Inadaptados que no aprovecharon las oportunidades que la
mano invisible del mercado puso a su alcance. La pobreza ya no tiene una
explicación social y política; responde a la pereza o incompetencia del
sujeto. Y nos lo hemos comido con patatas mientras veíamos Sálvame y
celebrábamos la victoria de España en el mundial.
Mientras en Grecia, se organizan comedores y huertos populares al margen
de las instituciones para cubrir las primeras necesidades, pero algunos
sólo ven disturbios.
la frase
-Cervantes: No hay cosa más excusada y aun perdida que el contar
el miserable sus desdichas a quien tiene el pecho (en este caso el
bolsillo) colmado de contentos.