Apenas han transcurrido dos semanas de año y es posible que a estas alturas ya estés fumando de nuevo, estés de nuevo enganchado al porno online y no hayas vuelto a pisar el gimnasio al que fuiste asiduo hasta antes de ayer. Los gimnasios conocen sobradamente esta voluntad laxa de sus clientes de año nuevo, así que ponen todos sus esfuerzos en captarte en este crítico momento de propósitos de cambio de vida.
Sea como fuere, enero es una excelente época para disfrutar de la fauna de los gimnasios en todo su esplendor.
El armario de tres puertas
En todos los gimnasios hay uno, de hecho, un gimnasio no es nada sin un espécimen de estos. Nadie sabe quién es o a qué se dedica. Su hábitat natural es el gimnasio y no se le ha visto jamás en ningún otro lugar que no esté bañado por la luz del día. Siempre que vas al gimnasio está ahí; sales y sigue ahí, sudando a chorros, hinchadísimo y levantando pesos inimaginables para un humano. Nunca se separa de su batido de proteínas.
El eterno gordito
Lleva años yendo al gimnasio regularmente, se mueve con soltura por el lugar, conoce el terreno y a todo el personal. Sus rutinas de entrenamiento son variadas y constantes, se esfuerza, pone ganas, suda la camiseta, no se rinde. Pero no ha adelgazado un gramo desde que empezó, hace ocho años, y nadie se explica por qué.
Modelos de revista
Van de punta en blanco, como recién salidos de un catálogo deportivo. Ropa de alta gama y superzapatillas, todo de marca y combinado con exquisito gusto. Lo importante es ir elegantes, aparentar que son unos pros y sudar autoconfianza y seguridad, aunque luego sean unos paquetes. Nunca fallan allá en los gimnasios más pijos de la ciudad.
El anti-fashion
En el lado opuesto, están las personas que se creen que ropa de deporte es sinónimo de vestiduras raídas, descoloridas y extra anchas que se amontonan en el armario desde los 90 y camisetas de publicitarias de todo tipo. Todo ello acompañado de una ausencia total del arte de saber combinar estilos y colores. Le da igual la apariencia, su objetivo es sudar la camiseta (del Xacobeo 99) y pasar el rato.
Los roba-alientos
Hombres y mujeres con un físico de diez, que nada más entran en la sala y no puedes despegar tu mirada de su presencia. Seguramente son modelos o personas que viven de sus cuerpos. Belleza y un cuerpo que quitan el aliento. Es verlos y tu perversa imaginación echa a volar, pero sabes que son inalcanzables. Paralelamente, también son el blanco de dardos de envidia. Todos los gimnasios del planeta deberían tener al menos un espécimen de estos da cada sexo que son alegría pura para los ojos y el alma.
Los sociales
Hombres y mujeres que van al gimnasio como un acto social más, como pueda ser bajar al bar o al parque, pero en este caso, regresan a casa con la conciencia tranquila de haber invertido el tiempo en algo saludable. Charlan con unos, con otros, cotillean, de vez en cuando levantan algo de peso (sin dejar de hablar), largas pausas, paseillos… Poco de ejercicio aeróbico, que si no les cuesta hablar. Finalmente, tres horas después, abandonan el gimnasio habiendo hecho, con suerte, un par de series de abdominales para disimular.
Los que no quieren ir, pero van
Personas que por el mero hecho de apuntarse al gimnasio e ir regularmente ya están en paz con su conciencia. Van casi auto-obligados y su estancia rara vez se alarga de los 30 minutos. Llegan con sus libros, revistas o reproductores de música y se sientan en esas bicicletas reclinadas y pasa ahí el rato, pedaleando sin ganas mientras leen, o caminando lentamente en la cinta, creyendo estar quemando el trozo de bizcocho del postre.
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