martes, 14 de octubre de 2014

CA’ UNO ES CA’ UNO



CA’ UNO ES CA’ UNO

Eso decía Rafael Guerra Guerrita, califa del toreo: “Ca’ uno es ca’ uno”. O sea, como su madre lo parió, no como quisiera ser. Se puede disimular, sí, pero con el tiempo la cabra tira al monte. ¿Cómo va a ser un golfo una persona decente? ¿O cómo un gañán un periodista de talento? ¿O un pelota redomado un hombre digno? Ya puede encabezar ministerios o salir en las ondas creando opinión, al final mete la pata y termina revelando lo que es. En España es más común la metedura de hocico que la de pata, ojo, reservada para los escritores.

Con los Gobiernos pasa lo mismo, ca’ uno es ca’ uno. En USA se enorgullecen de un Gobierno que califica de heroína a la enfermera contagiada de ébola; en España nos avergonzamos del nuestro, de un encanallamiento solo superado por la infamia, la mala educación, el malaje y la mala hostia de los perrillos cortijeros a sueldo del régimen que ladran en los platós y menean el rabo junto a la mesa de sus amos.

En USA las autoridades se disculpan por “dar la impresión” de culpar a la enfermera Nina Phan; aquí infaman directamente a Teresa en televisiones pagadas por todos. Allí el alcalde de Dallas se compromete a cuidar al perro de Nina por ser importante para la ciencia y para la paciente; aquí el comentarista de novedades políticas Alfonso Rojo se alegra de “que le den chicharrón” a Excalibur. Allí un traje antiébola es un traje antiébola; aquí un disfraz de carnaval. Allí se informa puntualmente a los medios; aquí se llenan de bulos y noticias falsas. Aquello es una democracia y esto una cloacocracia. Allí los ciudadanos son ciudadanos y aquí contribuyentes a secas. Anda, paga y calla, gilipollas, que sobrao vas con votar.

Entretanto, siguen los navajazos tras la cortina del ébola: un beneficiario de las tarjetas B vigilará a los inspectores de Hacienda que las investigan; piden 74 años de cárcel para los detenidos en el 15-M, y porque no hay perpetua; el Ejército ofreció al Gobierno un plan para traer a los misioneros siguiendo un protocolo blindado, en un hospital de campaña en Torrejón y bajo especialistas. Ni puta cuenta, aquí mandan mis santos cojones, al Carlos III. Fin de la cita. Y vengan golferías y burradas con premeditación y chulería, sí, qué pasa.

También decía Rafael Guerra Guerrita: “Lo que no pue’ sé, no pue’ sé, y ademá eh imposible”. Pero Guerrita no conoció a la banda de Mariano, tuvo esa suerte. No podrá ser, pero ahí sigue el consejero y la ministra y los gánsteres y los aforados y los parados y los desahuciados y los preferentistas y los perrillos mordiendo en los tobillos y los millones en Suiza. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, sí, pero no en España, don Rafael. Aquí de lo imposible hacemos virtud.