martes, 8 de abril de 2014

La Iglesia exigirá certificado de virginidad para poder casarse.

De esta manera empezaba la noticia que una amiga colgó, hace unos días, en su muro de facebook.
A continuación, se podía leer: "El obispo de Sevilla, Rubén Sempiterno, en declaraciones a la cadena cope, ha confirmado que a partir ahora es necesario para casarse presentar un certificado de virginidad...".
La imagen que acompañaba la noticia era ésta:


Para los que estamos en el "ajo", al menos en el católico, la misma foto nos dice que esta noticia es falsa. ¿Por qué? Por las vestiduras que lleva el señor de la izquierda.
¿Y para quién no sepa de telas episcopales? El mismo nombre del presunto obispo nos da la clave de que es falso. El de Sevilla se llama Juan José Asenjo.
El apellido "Sempiterno" también nos revela que estamos ante una trola. Sempiterno: siempre eterno. 
Y puestos a pedir, el comienzo de la noticia -El Obispo de Sevilla-, delata igualmente que esto no es cierto, ya que de serlo, tendría que decir "El Arzobispo de Sevilla".
Las personas que no conocen estas cosas de la Iglesia, ¿cómo pueden saber si la noticia es cierta? Aquí es donde apelo al sentido común. Sea cual sea nuestro conocimiento y vinculación con la Iglesia, al leer el encabezado de la noticia deberíamos de darnos cuenta que no es verdad. ¡Sentido común!

¿Y por qué traigo esto al blog?, se puede preguntar alguien. Desde luego no es para ilustrar a nadie en "telares y dignidades episcopales". 
He querido traeros esta noticia para que reflexionemos en que a veces, nos tragamos cualquier chisme, broma o bulo. Y esto nos hace vulnerables ante quien tiene el poder de la información.
De las personas que han comentado la noticia en el muro de mi amiga, ninguna se ha molestado en contrastar la noticia. Todos la han dado por cierta. 

Considero que lo que nos hace manipulables a los "intereses interesados" (valga la redundancia) no es que no sepamos de todo, cosa imposible, sino el no contrastar aquello que se nos dice y la predisposición que tenemos ante eso que se nos comunica.
Si yo soy una persona a la que la Iglesia le cae mal, por ejemplo, y me dicen que para poder casarme por la Iglesia me van a exigir un certificado de virginidad, evidentemente que me comeré la noticia en crudo, y pondré a la Iglesia pingando, alegando que eso pasa por usar vino en misa.

Dejando a un lado la Iglesia, el vino y la virginidad, considero necesario que al menos sepamos que detrás de un gigante de la comunicación hay una persona que quiere que pienses como ella. Y como tiene un montón de pasta, intentará, por medio de chismes, bromas o bulos, imponerte sus ideas.
Esto me lleva a otro tema en el que no voy a entrar, al menos por ahora: ética y comunicación social.