Es un tema muy manido, que todos conocemos y que se ha tratado en multitud de ocasiones pero que conforme pasa el tiempo, lejos de aclararse parece que se complica más y más.
Lo más habitual, cuando nos decidimos a adquirir cualquier equipo informático, es que éste incluya una serie de tasas o gravámenes que no vienen a cuento pero que nos cobran igualmente sin nuestro consentimiento. Me refiero, evidentemente a las licencias de software (bloatware) que nos obligan a pagar junto con el hardware del equipo.
En el caso de los PCs de escritorio convencionales, siempre que contemos con los conocimientos necesarios o tengamos alguna tienda o conocido de confianza que nos pueda echar una mano, es posible adquirir los componentes por separado para después ensamblarlos nosotros mismos, ahorrándonos un buen dinero al no tener que pagar marca (sí, parece ser que poner una pegatina de cierta compañía cuesta una fortuna), la manos de obra (si lo hacemos nosotros) y, por supuesto, todas las tasas relacionadas con el software.
Para equipos más compactos, portátiles, ultraportátiles, "todo en uno"... es imposible el ensamblaje por piezas así que nos obligan a pagar por el bloatware o no nos venden el equipo (Sí, con esa misma prepotencia)
Algunos en este punto dirán que existen distribuidores de equipos sin sistema operativo o incluso que venden equipos con GNU/Linux, pero también sabemos que son una pequeña minoría y que además de la falta de oferta se unen otros problemas.
En primer lugar, hay fabricantes que ofrecen modelos con o sin sistema operativo (o con GNU/Linux) pero sin embargo cobran lo mismo o más por el equipo SIN software que por su homónimo cargado de bloatware (una estafa con todas las letras)
También ocurre que entre los modelos que ofrecen sólo hay equipos de bajo coste, antiguos o de escasas prestaciones. O todo lo contrario, equipos de muy altas prestaciones y precios también desorbitados, es casi imposible encontrar un término medio asequible.
Esto nos deja con una única opción y es hacer valer nuestros derechos como consumidores y ampararnos en la leyes vigentes que, aunque burdas y mal redactadas, están de nuestra parte.
Software y Hardware son cosas muy diferentes y eso debemos tenerlo muy claro. Al adquirir un equipo informático con la compañía X, nos comprometemos a abonar una cantidad determinada por el producto y a cumplir una serie de condiciones propias de la Marca, una serie de cuestiones para disfrutar de la garantía que nos ofrecen, etc
Lo que en ningún momento incluye el software de la compañía Y, que no tiene absolutamente nada que ver con el bien que estamos adquiriendo y que nosotros no hemos solicitado en ningún momento. Por tanto, no tienen por qué cobrárnoslo y mucho menos obligarnos a aceptar la licencia del mismo, pues no deja de ser un contrato que nadie puede coaccionarnos para que lo firmemos.
En otros países la legislación es muy concreta en este sentido y deja muy clara la separación entre software y hardware. Sin embargo, en España y América Latina (entre otros muchos) estamos aún en la edad de piedra en lo que leyes se refiere y las compañías hacen y deshacen lo que quieren y por muy ilegal que sea, no se hace nada al respecto.
Los usuarios del foro que hayan seguido e tema que abrí en la sección de ayuda estarán al tanto del asunto, pero para los que no, aquí va la historia de un equipo de la marca Acer que incluía un software que no quería y por el que me negué a pagar.
Lo más triste de la situación es que el portátil en cuestión ni siquiera es mío, pero "como tú entiendes de esas cosas", acabé comiéndome el marrón
Lo más habitual, cuando nos decidimos a adquirir cualquier equipo informático, es que éste incluya una serie de tasas o gravámenes que no vienen a cuento pero que nos cobran igualmente sin nuestro consentimiento. Me refiero, evidentemente a las licencias de software (bloatware) que nos obligan a pagar junto con el hardware del equipo.
En el caso de los PCs de escritorio convencionales, siempre que contemos con los conocimientos necesarios o tengamos alguna tienda o conocido de confianza que nos pueda echar una mano, es posible adquirir los componentes por separado para después ensamblarlos nosotros mismos, ahorrándonos un buen dinero al no tener que pagar marca (sí, parece ser que poner una pegatina de cierta compañía cuesta una fortuna), la manos de obra (si lo hacemos nosotros) y, por supuesto, todas las tasas relacionadas con el software.
Para equipos más compactos, portátiles, ultraportátiles, "todo en uno"... es imposible el ensamblaje por piezas así que nos obligan a pagar por el bloatware o no nos venden el equipo (Sí, con esa misma prepotencia)
Algunos en este punto dirán que existen distribuidores de equipos sin sistema operativo o incluso que venden equipos con GNU/Linux, pero también sabemos que son una pequeña minoría y que además de la falta de oferta se unen otros problemas.
En primer lugar, hay fabricantes que ofrecen modelos con o sin sistema operativo (o con GNU/Linux) pero sin embargo cobran lo mismo o más por el equipo SIN software que por su homónimo cargado de bloatware (una estafa con todas las letras)
También ocurre que entre los modelos que ofrecen sólo hay equipos de bajo coste, antiguos o de escasas prestaciones. O todo lo contrario, equipos de muy altas prestaciones y precios también desorbitados, es casi imposible encontrar un término medio asequible.
Esto nos deja con una única opción y es hacer valer nuestros derechos como consumidores y ampararnos en la leyes vigentes que, aunque burdas y mal redactadas, están de nuestra parte.
Software y Hardware son cosas muy diferentes y eso debemos tenerlo muy claro. Al adquirir un equipo informático con la compañía X, nos comprometemos a abonar una cantidad determinada por el producto y a cumplir una serie de condiciones propias de la Marca, una serie de cuestiones para disfrutar de la garantía que nos ofrecen, etc
Lo que en ningún momento incluye el software de la compañía Y, que no tiene absolutamente nada que ver con el bien que estamos adquiriendo y que nosotros no hemos solicitado en ningún momento. Por tanto, no tienen por qué cobrárnoslo y mucho menos obligarnos a aceptar la licencia del mismo, pues no deja de ser un contrato que nadie puede coaccionarnos para que lo firmemos.
En otros países la legislación es muy concreta en este sentido y deja muy clara la separación entre software y hardware. Sin embargo, en España y América Latina (entre otros muchos) estamos aún en la edad de piedra en lo que leyes se refiere y las compañías hacen y deshacen lo que quieren y por muy ilegal que sea, no se hace nada al respecto.
Los usuarios del foro que hayan seguido e tema que abrí en la sección de ayuda estarán al tanto del asunto, pero para los que no, aquí va la historia de un equipo de la marca Acer que incluía un software que no quería y por el que me negué a pagar.
Lo más triste de la situación es que el portátil en cuestión ni siquiera es mío, pero "como tú entiendes de esas cosas", acabé comiéndome el marrón