Aunque no sabemos quién inventó las chuches, estarás de acuerdo con nosotros en que es uno de los mayores logros de la humanidad. Las veinticinco pesetas de paga que nos daban antes había que administrarlas bien. Meditábamos a conciencia todo el día qué le pediríamos a la señora mayor que vivía en aquel paraíso inalcanzable de gominolas, regalices y piruletas y que nos veía más que nuestras abuelas.
Una merienda llamada Bollycao, de Panrico
Los conguitos: los negritos comestibles
Los cigarrillos de chocolate
Los caramelos Pez
Los muñecolates
El palolu o palulu
Cómo olvidarse de los nombres de las chucherías antiguas de nuestra infancia en los años 70 y 80 en España: las gominolas: los ositos de colores, las botellas de Coca-Cola, las moras rojas y negras, las serpientes de dos colores… Además no pirraban las barras de gelatina y, por supuesto, las nubes. ¿A qué probaste a quemarlas?
Había chicles de muchas marcas: Dunkin, Bazoka (con su particular forma redonda y que estaban muy duros), Bang Bang, Boomer Cheiw, Niña… pero al final nos decantábamos por el Cosmos, el chicle negro que sabía a regaliz y te dejaba la lengua del mismo color.
Luego estaban los caramelos: los gajos de naranja o limón, los Sugus, que eran los caramelos masticables estrella, los palotes, los cuba-libres, los Chimos, los Pez con su característico envase… Calorías a raudales, aunque eso de niño nos la traía al fresco.
Muchos de nosotros todavía recordamos las pastillas blancas de leche de burra, que luego fueron sustituidas por unas pastillas de todos los sabores.
También teníamos las ruedas de regaliz rojo y negro, el Chupa-chups, y el Pita-gol, que era un caramelo aflautado, hueco, al que, antes de ser devorado, hacías silbar soplando.
No sigo porque se me está haciendo la boca agua.
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