Ascensión cumplió 88 años en un avión rumbo a Argentina, donde se marchó a declarar para que la jueza Servini, tras dos exhortos, impusiera a la justicia española la exhumación.
eldiario.es / Diego Jimeno Manrique / 06-12-2015
Timoteo Mendieta fue fusilado en el cementerio de Guadalajara y enterrado allí mismo, en una fosa común, junto a todos los que asesinaron aquel 16 de noviembre de 1939. Tenía mujer, María Ibarra, y siete hijos: una llevaba el nombre de Ascensión Mendieta, que a sus 90 años va a poder cumplir ahora el objetivo que le negaron a su madre y a varios de sus hermanos, ya fallecidos: exhumar los restos de su padre para darles una sepultura digna.
Timoteo Mendieta era presidente de UGT en Sacedón, y no participó en la contienda hasta que reclamaron su presencia al final de la guerra. Creyó estar a salvo cuando se hizo eco de una comunicación de Franco en la que decía que a todos aquellos que no se hubiesen manchado las manos de sangre no les pasaría nada. Un día, ya acabada la Guerra Civil, llamaron a la puerta de su casa y comenzó el calvario de la familia Mendieta.
Chon Vargas Mendieta, hija de Ascensión Mendieta Ibarra, relata la historia desde el principio trágico de la misma, cuando de la cárcel de Sacedón, Timoteo pasa a la de Guadalajara y de ahí, previo procedimiento de auxilio a la rebelión (antes le habían intentado culpar de un asesinato en el que nunca participó), lo mandan al cementerio de la ciudad alcarreña, donde sería fusilado. “No lo sabemos con certeza, pero las informaciones indican que hay unos 800 ciudadanos que fusilaron allí”, señala Chon.
En el momento en que María Ibarra conoció la noticia, se personó en el registro civil para solicitar la exhumación del cuerpo de su marido. Obtuvo la negativa por respuesta, pero sí consiguió que le permitieran poner una lápida en la parte de la fosa donde se indicaba que estaba el cuerpo de su marido. Además, tuvo el detalle de dejar un espacio en esa lápida para aquellos familiares de los ciudadanos que compartían fosa con Timoteo escribieran también sus nombres. “Que sepamos, nunca han solicitado poner nada en la lápida y está solo el nombre de mi abuelo”, recuerda Chon Vargas.
Con ese primer paso que consigue María Ibarra, poniendo el nombre de su marido en el lugar que fue fusilado, comenzó la batalla legal y jurídica de varias generaciones. “A partir de ese momento no recuerdo ni un solo instante en que no hayamos procedido a ejercitar acciones y hechos que conllevaran la apertura de la fosa”, explica Chon, añadiendo que “en aquellos tiempos nosotros hicimos todas las gestiones en la más absoluta soledad”. Del inicio de esa lucha hace ya casi 40 años, en el momento que se derriba el muro que separaba la fosa del resto del cementerio de Guadalajara.
Ascención Mendieta, su hija Chon y su nieta, en una manifestación.
Si en España no se puede, habrá que recorrer el mundo para conseguirlo
Dos de las hermanas Mendieta, Ascensión y Paz, no cesaron en su empeño de sacar a su padre de la fosa y, tras unos años en los que se aparca el asunto, se decide en la familia retomar las gestiones. La luz la encuentran en Argentina, cuando Chon Vargas Mendieta, hija de Ascensión y abogada de profesión, descubre que Darío Rivas es el primer querellante contra los crímenes del franquismo, y junto con la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica), con la abogada Ana Messuti y el equipo jurídico de Argentina, se plantea esa querella. Una vez conocido este hecho, que ocurrió en 2010, Ascensión, Paz, Chon y dos hermanos de esta se personan como querellantes e inician un proceso jurídico que ahora parece que toca a su fin.
En 2013, habiendo fallecido ya Paz, su hermana Ascensión cruza el mundo para cumplir 88 años a bordo de un avión y declarar ante la jueza argentina María Servini, en Buenos Aires, como víctima de los crímenes del franquismo. Es con la abogada Ana Messuti –“la persona que más ha trabajado intensamente en el tema de las fosas y, en concreto para sacar adelante este proceso”– con la que se consigue un exhorto para que se proceda a la exhumación del cuerpo de Timoteo Mendieta y se tome una muestra de ADN de Ascensión para proceder a identificar los restos de su padre. Ese primer exhorto termina siendo denegado en febrero de 2014, tras casi un año de lucha e infinitos procesos.
Cuando se pone en conocimiento de la jueza Servini este hecho, ella vuelve a emitir un nuevo exhorto, esta vez al juzgado de Guadalajara y con carácter inmediato, para la exhumación de los restos de Timoteo Mendieta. “Nos ha llevado otros nueve meses o más para que finalmente se decrete que se exhume el cuerpo y todos los ciudadanos que están en esa parte de la fosa con él”, explica Chon. El último trámite antes de la manifestación definitiva del juzgado para proceder a la exhumación fue una posibilidad de audiencia para familiares directos de los ciudadanos que también fueron allí fusilados. Nadie presentó alegación alguna y finalmente se aprobó la exhumación de Timoteo.
“Ay, madre mía, cuánto estoy llorando, pero qué contenta estoy”, decía Ascensión Mendieta cuando Ana Messuti le transmitió la feliz noticia. En ese momento se acordó de su hermana Paz, que como cuenta Chon, “no dejó de acordarse de su padre ni un solo día de su vida”. Cuando llegue el momento de la exhumación, probablemente después de las fiestas navideñas, Timoteo Mendieta tendrá por fin el descanso que merece. “Evidentemente, lo enterraremos antes de que muera mi madre, pero va a estar junto a ella, porque lo que quiere mi madre es que el abuelo, su padre, vaya con ella”.
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Fotografía destacada: Ascensión Mendieta
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